Cuando uno hace un documental, se captura imágenes y sonidos cuyo objetivo es dar cuenta de un suceso o fenómeno en el que está inmerso. En más de un sentido, el material recopilado funciona como un diario de campo. El proceso de investigación/recopilación va acompañado, inevitablemente, del planteamiento de supuestos o hipótesis y de los primeros atisbos de una construcción argumental. Finalmente, el material se revisa y se edita (se discrimina) en función de los objetivos del proyecto. Como se ve, el proceso es similar, metodológicamente, a las investigaciones periodística y antropológica, independientemente de que sus resultados tiendan hacia relatos testimoniales (Presunto culpable, de Roberto Hernández y Geoffrey Smith, es un ejemplo reconocido) o poéticos (Los herederos, de Eugenio Polgovsky, es un ejemplo). Pero más allá de que el trabajo de los documentalistas es propiamente investigativo, al menos durante una etapa del proceso de creación de una película, su relevancia está en las preguntas que hace a la tradición de la palabra escrita.
Es necesario partir de la obviedad que significa mencionar que el discurso documental se construye con imágenes y sonidos, que pueden implicar la voz o no. Esta relación recuerda que, en lo fílmico, la voz se integra al orden icónico, el régimen argumental dominante en nuestros días. Quien trabaja con las posibilidades de la imagen lo hace con cantidades de información ingentes, inalcanzables, aun con la mejor descripción. Sus posibilidades argumentales son muy distintas, incluso cuando todavía hay una fuerte influencia de la narración lógica y estructurada.
Sin embargo, hay casos en los que los discursos visuales están prescindiendo de la palabra (ver lo que hace el Laboratorio de Etnografía Sensorial de la Universidad de Harvard), llegando a relatos expresivos, informativos y profundos.
A partir de este punto todo son preguntas, como en todos los ámbitos que implican la posibilidad de expresarse tanto con palabras como con imágenes. Y, si hay preguntas, todo es emocionante, porque hay dudas y, en consecuencia, líneas de investigación que se abren más allá de lo que siquiera alcanzamos a vislumbrar.