Las cafeteras (de filtro o de cápsula) son espacios donde se concentra humedad, lo que permite el desarrollo de microorganismos; particularmente bacterias y hongos, algunos de los cuales resultan ser causantes de alergias, además de infecciones respiratorias y diarreicas, lo que es confirmado por el Doctor Vilanova y su equipo de trabajo —de la Universidad de Valencia, España—, quienes realizaron el análisis genético de todas las posibles especies bacterianas presentes en las cafeteras en uso.
Una vez realizada la estrategia metodológica, el grupo de investigación reportó que 100% de las cafeteras evaluadas presentaban bacterias de, al menos, 67 especies, entre las que destacan —por su potencial patogénico—
Enterococcus,
Clostridium y
Pseudomonas, bacterias que son agentes causantes de infecciones respiratorias y diarreicas, principalmente, en poblaciones susceptibles (personas de la tercera edad y aquellas con afecciones crónico – degenerativas). Además, reportaron que una cafetera en uso, suele ser colonizada por diferentes especies bacterianas, en un tiempo no mayor a dos meses. Por otro lado, el Doctor Charles Gerba, de la Universidad de Arizona, reportó la presencia de
Streptococcus y
Escherichia coli en 50% de las cafeteras evaluadas, así como en tazas en las cuales se sirvió café.
La presencia de estos grupos microbianos es el resultado de procesos de limpieza y desinfección inadecuados o, en muchos de los casos
, inexistentes. Los grupos de investigación arriba citados mencionan que las bacterias son introducidas en las cafeteras y las tazas, al utilizar trapos y esponjas contaminados (contaminación cruzada). Por lo que es importante llevar a cabo un proceso periódico de limpieza y desinfección. Ciertamente, las cafeteras llevan el agua a su punto de ebullición, sin embargo, el tiempo que dura este proceso son sólo segundos, lo que resulta insuficiente para eliminar bacterias y hongos presentes.
De hecho, investigadores de la Universidad de Valencia mencionan que las bacterias encontradas en el lixiviado del café mostraron resistencia a las condiciones de temperatura, además de que la prevalencia de las poblaciones bacterianas se va modificando con el tiempo. Otro dato que resulta importante destacar es el nulo efecto de la cafeína sobre las poblaciones bacterianas dominantes, por lo que la mejor manera de evitar la presencia de bacterias potencialmente patógenas en cafeteras y tazas, es realizar una limpieza y desinfección profunda de todas sus partes removibles, eliminar los restos del bagazo y lixiviados del café, además de no utilizar trapos o esponjas presumiblemente contaminadas.
También se recomienda realizar este proceso, al menos, una vez a la semana —aunque lo ideal sería hacerlo cada vez que preparamos café—. Toallitas impregnadas con desinfectante, cloro comercial, incluso, vinagre o productos con propiedades antimicrobianas, mantendrán alejadas tanto a bacterias como a hongos de la merecida y necesaria taza de café y, en consecuencia… de nuestro organismo, claro.
Es importante mencionar que la población en general tiene un riesgo de infección de moderado a bajo, mientras que en la población vulnerable (adultos mayores y personas con enfermedades crónicas) el riesgo se incrementa sustancialmente.