
Credito: Miguel Ángel Valle Pérez
Los fármacos con base en metales esenciales, como el cobre, hierro y el zinc, suelen ser más selectivos en comparación con otras terapias contra el cáncer; es decir, el daño a las células sanas es menor. Esto ocurre porque son metales que tenemos en nuestro cuerpo, por lo que el organismo sabe cómo eliminarlos de forma natural. “Los efectos tóxicos se reducen muchísimo”, comenta Ruiz Azuara quien también ha realizado diversas investigaciones en las áreas de Química Bioinorgánica, Química de Coordinación, Química Organometálica y Química Inorgánica Medicinal.
Por otro lado, los tratamientos actuales son más agresivos, ya que en su formulación incluyen compuestos como platino o amoniaco, que atacan a las células sanas, ocasionando diversos efectos secundarios; por ejemplo, la caída del cabello. En el caso del medicamento que desarrolla la investigadora, activa la respuesta inmune general del organismo y los mecanismos de reparación de las células dañadas, en especial para el cáncer cervicouterino.
Quien recientemente fuera reconocida como investigadora emérita del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), asegura que “los metalofármacos pueden ser una terapia alternativa muy efectiva al reducir la toxicidad de los tratamientos.
La clase de compuestos con los que trabaja la doctora Ruíz Azuara interactúan a nivel molecular de la siguiente forma: el metal se enlaza a los oxígenos del ADN de la célula y, además, interviene en procesos que generan especies reactivas –tipos de moléculas inestables que contienen oxígeno y reaccionan fácilmente con otras moléculas–.
“Lo que ha sido relevante fue el diseño racional de las moléculas, el haberlas sintetizado, obtenido, caracterizado y, luego, pasar a las pruebas”, comenta la miembro Distinguido de la Royal Society of Chemistry (RSC) del Reino Unido.