La fermentación, como en todas las bebidas alcohólicas, es una etapa clave en la elaboración del tequila. Durante este proceso, los azúcares del agave (principalmente la fructosa) se transforman en etanol (el alcohol principal del tequila), dióxido de carbono y otros compuestos importantes para el olor y el sabor de la bebida. La fermentación se realiza gracias a la acción de diferentes microorganismos, particularmente, levaduras. Como cualquier proceso que involucra la participación de seres vivos (en este caso, microorganismos), las condiciones de fermentación influyen en las características del producto final.
En la industria, esta etapa ha sido y, en muchos casos, todavía continúa siendo una especie de caja negra, a la cual, el industrial presta poca atención, a pesar de su importancia.

El tequila es la bebida destilada mexicana por excelencia; de un consumo regional y producción confidencial (es decir, producción en bajos volúmenes); desde hace 35 años, ésta se ha convertido en una bebida de renombre exportada a nivel mundial y cuyo récord de producción, en 2008, ascendió a más de 300 millones de litros. Y, a pesar de su origen ancestral, algunas de las etapas del proceso de elaboración han quedado casi sin cambio; otras han recibido la aportación de nuevas tecnologías orientadas a la optimización de los procesos.
Los agaves —y en particular, el Agave tequilana Weber var. Azul—, caracterizados por contener una alta concentración de azúcares en forma de polisacáridos (constituidos, principalmente por fructosa), son conocidos como fructanos o agavinas, los cuales constituyen el principal sustrato para los microorganismos involucrados en la fermentación. Actualmente, la industria utiliza dos procesos de recuperación de diferentes azúcares: un proceso ancestral, clásico, que consiste, en cocer el agave y, después, en extraer jugos con los azúcares ya hidrolizados (figura 1). El segundo es un proceso que apareció hace no más de 15 años, el cual consiste en extraer los polisacáridos mediante lixiviación del agave crudo triturado. FIGURA 1. Extracción de los jugos de agave con los azúcares ya hidrolizados.
La industria tequilera se divide en dos grupos, en cuanto a la forma de realizar este proceso: primero, la mayoría de pequeñas destilerías, que sigue utilizando fermentaciones espontáneas (no se añade levadura alguna cultivada previamente). El segundo grupo está compuesto, principalmente, por las grandes empresas industriales que emplean levaduras específicas seleccionadas previamente, las cuales fermentan en un medio líquido, sin presencia de fibras. Generalmente, las fermentaciones se llevan a cabo en tanques abiertos de acero inoxidable y volumen variable (entre 5,000 y 120,000 litros) —aunque algunas empresas utilizan tanques de madera, cuyo volumen fluctúa entre 1,000 y 5,000 litros— y el tiempo de desarrollo de la fermentación puede variar de 20 horas, en procesos industriales, hasta cuatro o cinco días en fermentaciones con fibras. El proceso está sujeto, entre otras variables, a los cambios de temperatura, ya que, en general, este parámetro no se controla a lo largo de la fermentación. FIGURA 2. Fermentación de jugo de agave para la obtención de tequila.
FIGURA 3. Detalle de una fermentación con fibras.
Es importante destacar que en la fase final de fermentación (más de cinco días de proceso), además de S. cerevisiae, otras cuatro especies han sido detectadas en la fermentación: P. membranaefaciens, Z. bailii, C. milleri y B. bruxellensis.1 Este resultado muestra que las no-Saccharomyces son capaces de sobrevivir a lo largo de la fermentación, algo contrario a lo que se observa comúnmente en la fermentación del vino.II Este fenómeno observado en fermentaciones de agave puede estar relacionado con la concentración, relativamente baja, de etanol producido (aproximadamente, 6%). También abre nuevos temas de investigación, ya que las no-Saccharomyces son beneficiosas para la fermentación, al producir compuestos volátiles de interés (por ejemplo, los ésteres que confieren notas frutales) en concentraciones mayores que los producidos por S. cerevisiae. El primer trabajo publicado por Díaz-Montaño2 comparó el comportamiento de cinco levaduras diferentes en fermentación de jugo de agave en laboratorio: tres cepas de S. cerevisiae y dos de Hanseniaspora.
Otras dos especies de levaduras, Kluyveromyces marxianus y Pichia kluyveri, son candidatas interesantes para llevar a cabo la fermentación del tequila. Segura y colaboradores3 publicaron un estudio demostrando que estas dos cepas son capaces de llevar a cabo la fermentación alcohólica casi como S. cerevisiae y también producen un perfil de sabor específico, con altas concentraciones de ésteres. Ambas fueron ensayadas a nivel industrial con resultados muy prometedores.4
Investigaciones que se encuentran en curso tienen como objetivo conocer la variabilidad de las levaduras presentes en diferentes regiones de producción, así como en las diferentes épocas del año.
Otra vertiente de las investigaciones en curso es el entendimiento y, en un momento dado, el control de la producción de compuestos de interés (en particular compuestos volátiles como los ésteres) por las levaduras y, en particular, las no-Saccharomyces. Además, se trabaja en elucidar el papel que desempeñan las bacterias, sobre todo las ácido-lácticas, en estos procesos y cómo impactan en el desarrollo de la fermentación alcohólica.

Ésta es la etapa del proceso que sirve para obtener un destilado rectificado, requisito indispensable, según la norma oficial vigente. En el proceso tradicional de destilación, que emplea alambiques, este rectificado se obtiene después de dos destilaciones de tipo “diferencial”. En la primera —o destrozamiento—, se destila el mosto fermentado con el fin de obtener un destilado llamado ordinario, cuyo grado alcohólico oscila entre 20 y 30% de alcohol volumen y, por otro lado, se deshace de materiales no deseables, como azúcares residuales, fibras de agave, restos de levaduras, sales minerales, etc. En la segunda destilación —o rectificación— se obtiene tres fracciones: la primera fracción del destilado es llamada cabezas, la cual, generalmente, se recicla, agregándola al mosto fermentado. La segunda fracción es en sí el tequila rectificado con un grado alcohólico de, al menos, 55% alcohol volumen, y la tercera fracción son las colas, que pueden ser recicladas, pero, usualmente se descartan. El tequila rectificado es sometido enseguida a los procesos de acabado, que son específicos de cada planta elaboradora, los cuales pueden ser: maduración en barricas, dilución con agua tratada para reducir su grado alcohólico, mezclado con otros lotes, etcétera.
El uso de alambiques o de columnas continuas de destilación depende de las características fisicoquímicas y sensoriales que se pretenda obtener, así como del tamaño de la línea de producción de tequila. Esto es, un alambique, si bien es un equipo con menor eficiencia energética y de menor productividad (expresada en litros/día, por ejemplo), permite obtener destilados con una alta riqueza aromática, lo que se traduce en tequilas más atractivos al olfato y gusto de los consumidores, los cuales pueden llegar a tener precios más atractivos en el mercado para el productor de tequila. En cambio, una columna continua de destilación es apropiada para procesos en los que se requiera una alta productividad y continuidad en la producción.
Una tercera alternativa para realizar la destilación comprende el uso de alambiques con platos de separación en la parte superior del alambique. Estos equipos combinan algunas ventajas, como obtener un grado alcohólico mayor al 55% alcohol volumen en un solo paso de destilación y una complejidad aromática muy atractiva. Esta técnica de destilación, llamada destilación fraccionada por lotes, no es muy conocida en el sector productivo y sus ventajas no han sido apreciadas a la fecha.

FIGURA 4. Horno de mampostería para cocimiento de las piñas de agave.
Entre los retos que presenta la destilación del tequila podemos mencionar el cálculo de coeficientes termodinámicos y de transferencia de masa que permitan estimar la concentración de compuestos químicos de interés en el producto, así como la introducción de técnicas de control de proceso que aseguren la calidad fisicoquímica y sensorial deseada en los productos destilados.
A lo largo de los años, el proceso de elaboración del tequila ha sufrido varias modificaciones para modernizar y mejorar su proceso de elaboración, buscando ahorrar en costos de producción, disminuir la cantidad de materia prima para obtener un litro de tequila y reducir las variaciones en la calidad sensorial del producto final.

- Gschaedler, A., B. Rodríguez, R. Prado, J. L. Flores (eds.) (2015). Ciencia y Tecnología del Tequila. Avances y perspectivas, 2ª ed., editado por CIATEJ.
- Prado-Jaramillo, N., M. Estarrón-Espinosa, H. Escalona-Buendía, R. Cosío-Ramírez, S. T. Martín-del-Campo (2015). “Volatile Compounds Generation During Different
- Stages of the Tequila Production Process. A Preliminary Study”. LWT-Food Science and Technology 61, 471-483.
Es Doctora en Biotecnología e Industrias Alimenticias, por Institut Polytechnique de Lorraine, Nancy, Francia. Actualmente, se encuentra adscrita al Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco A. C., como directora de la Unidad Zapopan. Tiene formación en biología molecular y biotecnología; en particular, en estudio y optimización de procesos fermentativos para la obtención de metabolitos de interés y de proteínas recombinantes. En el presente, está enfocada al estudio de microorganismos involucrados en la fermentación de alimentos tradicionales (derivados de agave y cacao principalmente).