El uso de registros ambientales, tales como los sedimentos acumulados en marismas y manglares, es una de las alternativas para evaluar el incremento del NMM a largo plazo.
Las marismas se forman en zonas costeras protegidas del mar abierto, con el oleaje y las mareas de baja energía. Generalmente, se localizan detrás de la franja de manglar, en una zona elevada que sólo es alcanzada por las mareas más altas de cada periodo. Así, las marismas se inundan periódicamente con agua de mar (figura 2) y, debido a la evaporación, sus suelos se vuelven muy salinos, en los cuales sólo algunas plantas pueden sobrevivir.

Figura 2. Secuencia de la inundación de una marisma
por la marea (Fotos: Alejandro Cearreta)
Los sedimentos acumulados en las marismas se componen de material, tanto autóctono (es decir, restos de la vegetación in situ) como alóctono (materia transportada desde la zona terrestre circundante y partículas marinas en suspensión acarreadas por la marea).
Debido al incremento del NMM, la existencia de la marisma depende de su capacidad para mantener una velocidad de crecimiento vertical (acreción), sostenida por la acumulación de sedimentos que sea, al menos, equivalente a la velocidad de incremento del NMM en la zona.3
La reconstrucción temporal del proceso de acreción en una marisma se basa en el principio de superposición, es decir, las capas más recientes se sobreponen a las más antiguas. Si los estratos no se mezclan, es posible medir cuánto sedimento se ha acumulado en la marisma, en función del tiempo (por ejemplo: velocidad de acreción, en centímetros acumulados por año, cm/año-1). Si la marisma conserva su funcionamiento (que consiste en inundaciones periódicas sólo con la marea más alta), se considera que la velocidad de acreción es equivalente al incremento del NMM en la zona, durante el periodo de tiempo estudiado (figura 3).

Figura 3. Acumulación de sedimentos en la marisma, asociada con el incremento del nivel medio del mar (C. J. Hernández-Cruz, M. Díaz-Asencio).