En 1983, el Satélite Astronómico Infrarrojo (IRAS, por siglas en inglés) realizó una inspección casi completa del cielo, a partir de la cual, descubrió un gran número de estrellas en nuestra galaxia, con evidencias de discos nebulares en su alrededor. Una década más tarde, el Telescopio Espacial Hubble (HST) obtuvo imágenes sorprendentes de estrellas en la región de Orión, las cuales mostraban discos protoplanetarios circundantes. Éste fue el inicio de una serie de descubrimientos que revelarían la posibilidad de encontrar futuros sistemas planetarios alrededor de otras estrellas en la Vía Láctea.
A pesar de que el tiempo de vida del disco puede ser cercano a los diez millones de años, ha sido difícil encontrar objetos astronómicos en los que sea posible observar conjuntamente el disco protoplanetario y el sistema de planetas. Se ha propuesto que este hecho se debe a una pérdida repentina y considerable de gas en el disco, en un lapso de, aproximadamente, 100 mil años, en el caso de estrellas con masa mayor a siete masas solares.4
Algunas teorías, cuyo fin es explicar el origen de la repentina desaparición de los discos protoplanetarios, sugieren que ésta podría estar relacionada con: la formación de planetas, la ocurrencia de la acreción estelar, la aparición de flujos bipolares o a la fotoevaporación por radiación de alta energía. En particular, el proceso de fotoevaporación por radiación de la estrella central —o de estrellas cercanas— es una teoría que está recibiendo gran aceptación entre la comunidad científica, ya que explica varios de los fenómenos observados en dichas regiones jóvenes.4
En la fotoevaporación, la radiación provoca un aumento en la temperatura del disco, lo que facilita el escape de gas y polvo por efectos de presión térmica. En algunos casos, cuando el sistema estrella-disco se encuentra en el interior de un cúmulo estelar, el proceso de fotoevaporación puede ser acelerado, debido a la radiación difusa de las estrellas vecinas. Se especula también que el calentamiento por radiación puede ser el principal factor que desencadena la desaparición del disco, ya que se conjuntan la pérdida de masa —por acreción— de la estrella central y la pérdida de gas —por fotoevaporación— del disco; y la combinación de estos factores origina la aparición de brechas (o espacios) en el disco. Al respecto, en la figura 2 se muestra la imagen artística de un disco protoplanetario alrededor de una estrella tipo solar, en el que se ha creado una brecha.
Figura 2. Discos de formación planetaria (impresión artística) Foto: ESO.
El telescopio espacial Hubble obtuvo las primeras imágenes de la región de Orión, donde se puede observar claramente frentes de choque asociados a la inyección de gas proveniente de los discos protoplanetarios, cuya evaporación es promovida por la radiación ultravioleta de las estrellas de alta masa cercanas.
Otros dos telescopios espaciales que aportaron información relevante sobre los discos protoplanetarios fueron el telescopio espacial Spitzer, lanzado en 2003, el cual proporcionó una sorprendente visión de las regiones ocultas por el denso polvo en la nube molecular —así como mapas de emisión de moléculas en ambientes fríos—; y el telescopio espacial Herschel, lanzado en 2009, que permitió, a lo largo de sus tres años de vida, la observación de objetos fríos en el intervalo de 60 a 670 micrómetros, lo que corresponde al rango del infrarrojo lejano y al submilimétrico, aportando información importante sobre el origen y la evolución de estrellas y galaxias.
Un caso interesante es el de TW Hydrae, una estrella de tipo solar en pre-
secuencia principal con, aproximadamente, diez millones de años de edad, localizada a 176 años luz de distancia de la Tierra, cuya masa es de 0.6 masas solares, y con un disco circunestelar de 196 UA de radio, en una etapa de transición en la que se forman brechas dentro del disco.
En
2011, Michiel Hogerheijde, astrónomo de la Universidad de Leiden y colaboradores, detectaron —con ayuda de los telescopios espaciales y datos de observatorios en Tierra— la emisión de grandes cantidades de vapor de agua emergiendo del disco circunestelar de TW Hydrae. La emisión indicaba la existencia de una cantidad de agua en el disco miles de veces superior a la de todos los océanos de la Tierra.
5 Estas observaciones apoyan directamente la posibilidad de formación de planetas extrasolares con océanos similares al nuestro.