FIGURA 2. Elementos químicos empleados en superaleaciones (elementos en relieve).

Trabajando a temperaturas cercanas al punto de fusión del material y girando cientos de veces por segundo, mientras soportan una carga equivalente al peso de un coche, los álabes de la turbina de un motor a reacción deben soportar algo que, posiblemente, es uno de los más extremos entornos a los que cualquier material de ingeniería se podría enfrentar. Entonces, ¿cómo han hecho los ingenieros para encontrar materiales capaces de soportar estas condiciones de trabajo?
La respuesta está en una familia de materiales conocidos como superaleaciones, un nombre totalmente justificado, ya que entre ellos se encuentran algunos de los materiales ingenieriles más impresionantes jamás obtenidos.
El uso de los metales por el hombre tiene origen en el deseo humano que busca poseer objetos ornamentales, aunque luego se inclinaría por fabricar herramientas más resistentes para sustituir las hechas con otros materiales, como huesos y piedras, lo cual facilitó el desarrollo de sus actividades cotidianas, al brindar mejores resultados. FIGURA 1. Motor a reacción que utiliza álabes de turbina fabricados con superaleaciones.
Los primeros metales empleados por el hombre fueron cobre, oro y plata, que se encuentran casi puros en la naturaleza. Posteriormente, avances en el conocimiento humano, particularmente en los procesos de fabricación, condujeron a la obtención de aleaciones metálicas, unión de dos o más elementos metálicos que dan como resultado un nuevo material con propiedades diferentes a las de sus predecesores.
El término superaleación fue utilizado por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, para describir un grupo de nuevas aleaciones que serían utilizadas en la elaboración de turbocompresores y motores de turbina de aviones, que requieren alto rendimiento mecánico y gran resistencia a la oxidación, a temperaturas elevadas. Las aplicaciones en las que se utilizan las superaleaciones se han extendido a la industria aeroespacial, la industria marina, la producción de submarinos, reactores nucleares, tubos de intercambiadores de calor y turbinas de gas, así como en la industria de procesos químicos, entre algunas otras aplicaciones (figura 1).1
El alto desempeño de los materiales ingenieriles actuales se debe, en gran medida, a que hoy entendemos mucho más —en el nivel atómico— de qué manera están hechos y cómo funcionan los materiales. Algunas de las teorías desarrolladas en los últimos 50 años proporcionan información útil sobre la unión de átomos de elementos distintos, por ejemplo, una aleación metálica destinada a formar un nuevo material con características diferentes y propiedades superiores.
Por otro lado, contamos con sesenta años de datos empíricos a los cuales se puede recurrir, incluyendo métodos estadísticos capaces de deducir la forma en que un nuevo material podría comportarse. Aunque la predicción de cómo los átomos se comportan e interactúan dentro un material, o cuándo se mezclan diferentes materiales para dar lugar a la formación de uno nuevo, es un tema complicado de entender; no obstante, la tarea de desarrollar nuevos materiales, de ninguna manera es imposible.
Si se aplica una fuerza a un metal, provocando que se estire hasta un cierto punto, el metal regresa a su forma original; pero más allá de un determinado nivel de carga, el metal comienza a modificarse, permanentemente. A esto llamamos el límite elástico de un metal.
En el caso de la mayoría de los materiales, dicho límite disminuye a medida que la temperatura se eleva, porque, cuando se calienta un metal, generalmente, se hace más suave; pero, en las superaleaciones que tienen base de Ni el límite elástico permanece constante y luego comienza a aumentar, alcanzando un máximo cercano a 700 °C, que es la temperatura de trabajo de un motor de turbina.2
FIGURA 3. a) Bajo el microscopio, las superaleaciones aparecen como una ciudad y b) Micrografía electrónica de barrido de una superaleación Ni-Ti. FIGURA 4. La estructura cristalina a) del camino y b) del edificio en una superaleación.
La carretera o matriz está hecha de una estructura denominada por la letra griega γ, conocida como fase gamma y, llamaremos a los edificios gamma prima, que denominaremos γ’ (figura 4). La fase γ’ se forma a una concentración y temperatura determinadas; los átomos, por su parte, se organizan espontáneamente para colocarse en las esquinas de cada una de las caras de la celda unitaria. Engañosamente, puede parecer que hay más átomos del elemento aleante (Al, Ti) que los de Ni, pero, en realidad, hay tres veces más átomos de Ni: Ni3(Al,Ti). Esto se debe a que las celdas se apilan para formar un cristal; así, cada átomo en la esquina es compartido con otras ocho celdas, pero los átomos en los centros de las caras son compartidos sólo por una celda.3
FIGURA 5. Red atómica del precipitado y de la matriz, mostrando correspondencia entre ellas (coherencia). FIGURA 6. Micrografías obtenidas por microscopia electrónica de transmisión, donde se muestra la evolución morfológica de los precipitados, en función del tiempo, que va desde esférica a placas, pasando por cuboidal y paralelepípedos.

Por otro lado, una nueva área de investigación en la creación de aleaciones y superaleaciones se está desarrollando a través de la adición de nanopartículas que actúen como reforzantes. Además, mediante estudios sobre nanopartículas, sería posible ampliar la investigación de superaleaciones a otros aspectos como la formación de superaleaciones nanoestructuradas.
Alrededor de la mitad de las superaleaciones que se utilizan actualmente trabajan con temperaturas muy cercanas a la temperatura de fusión de la aleación, y sufren de un nivel inaceptable de fluencia. Por lo tanto, el desarrollo de superaleaciones se centra en: la reducción de peso; el mejoramiento de la oxidación y la resistencia a la corrosión; así como el mantener la resistencia de la aleación a altas temperaturas para, incluso, poder incrementar las temperaturas de trabajo.5