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Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 
Principales logros y desafios del SNI
a 30 años de su creación
El nuevo contexto que enfrenta el país exige contar con capital humano de excelencia, a la altura de un mundo dinámico y competitivo, en donde triunfan países e individuos con herramientas del saber científico y tecnológico...
Desde el comienzo de su mandato, el presidente de México, Licenciado Enrique Peña Nieto, expresó su firme compromiso con el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación, considerándolas pilares fundamentales para transformar a nuestro país en una sociedad del conocimiento; un concepto que hoy marca los derroteros del desarrollo en el mundo.

Ésta es la visión que recoge el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 (PND), que confiere a las actividades de ciencia, tecnología e innovación un papel protagónico en el esfuerzo nacional para alcanzar el México promisorio del futuro, y reconoce que el capital humano es pilar fundamental para avanzar en esa dirección, tal como lo recoge el Programa Especial de Ciencia Tecnología e Innovación 2014-2018 (PECiTI).

Éste es el contexto en el que conmemoramos los 30 años de creación del Sistema Nacional de Investigadores, un instrumento de política del Estado mexicano, creado por acuerdo presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de julio de 1984, para identificar, reconocer y estimular monetariamente, a quienes se dedican a producir conocimiento científico y tecnológico de alta calidad. Como sabemos, el Sistema se crea en medio de una profunda crisis económica que amenazaba la existencia misma de la investigación en el país. Desde su inicio, contribuyó a la construcción de un nuevo perfil profesional del investigador mexicano, orientándolo a la formación de capital humano especializado, así como a generar producción científica y tecnológica de calidad con trascendencia internacional. Para ello, el Sistema siempre partió de la premisa de que la instancia mejor calificada para evaluar el trabajo de investigación es la propia comunidad científica.

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Bahía de Santa María La Reforma
Una maravilla natural que requiere cuidado
Bahía Santa María La Reforma: laguna costera en el centro de Sinaloa, reconocida como humedal de importancia por su riqueza de plantas y animales, y por ser sitio de descanso y alimentación de muchas aves migratorias
Localizada, aproximadamente, 100 kilómetros al noroeste de la ciudad de Culiacán, en el estado de Sinaloa, la Bahía de Santa María es una laguna costera de gran tamaño, con una superficie de 1,350 km2, que incluye diversos ambientes naturales (figura 1), los cuales van desde planicies lodosas y pantanosas, islas y canales, hasta dunas de arena; entornos en los que se presentan diferentes tipos de asociaciones de plantas, I los cuales sirven de casa a cientos de miles de animales silvestres que, en ocasiones —como es el caso de aves acuáticas y playeras— acuden, desde los países del norte para descansar, recuperar energía y continuar su viaje hacia el sur del continente.II Esto la convierte en una zona de importancia nacional e internacional, considerada por muchos como una maravilla natural.

Un humedal es un área parcial o totalmente cubierta de agua en, al menos, una época del año; bajo ese concepto, Bahía Santa María La Reforma es un humedal y, por su relación con el mar, ha sido clasificada como un humedal costero, debido al papel que desempeña en la conservación de los recursos naturales. Por ello, esta bahía es reconocida por la Ducks Unlimited of México A. C.1 como uno de los 28 humedales importantes para la migración de patos y gansos. También la Comisión Nacional para el Estudio y Uso de la Biodiversidad la reconoce como una región prioritaria para la conservación de las aves.

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Medicina de la conservación

La medicina de la conservación investiga interacciones ecológicas y sociales para desarrollar estrategias que salvaguarden la salud humana y ambiental, mediante el trabajo interdisciplinario y la acción concertada de la sociedad en conjunto

Los doctores del ecosistema son los nuevos héroes del planeta y surgen desde los rincones más inesperados de los círculos sociales; juntos han formado la nueva ciencia conocida como medicina de la conservación.

En primera instancia, uno podría pensar que la medicina de la conservación es la unión de la medicina —tanto humana como veterinaria— con un enfoque de conservación de especies en peligro de extinción, o de importancia económica y de salud para los humanos, tarea que bien podría realizar un epidemiólogo o un veterinario de la vida silvestre; pero, en cualquier caso, ¿qué parte de la conservación representa?

Lo primero es entender que se trata de una rama multidisciplinaria, para la cual realmente no existen especialistas, pues se nutre de un sólido trabajo interdisciplinario que comprende tanto ramas de la ciencia como disciplinas sociales que históricamente han interactuado de manera esporádica, como economía, sociología, política, medicina, epidemiología, ecología, evolución, y taxonomía, por nombrar algunas. Un ejemplo es la emergencia epidemiológica provocada por el Virus del Oeste del Nilo, que llegó a los Estados Unidos hacia 1999, está siendo revisada por un grupo de biólogos (ornitólogos, principalmente), médicos, veterinarios, epidemiólogos, sociólogos y políticos, que trabajan en conjunto para entender tanto el ciclo de vida del parásito como los riesgos de salud que representa para aves y personas, así como las implicaciones que dicho patógeno tiene en el diseño de políticas de salud pública.

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