Ciencia y Desarrollo CONACYT
Editorial Editorial Editorial
Miguel Ángel García García

El propósito del conocimiento

Hablando de empresas, ¿qué es lo que determina la inversión en un rubro en detrimento de otro? Sin duda, el concepto que se tenga de los negocios, del tipo de empresario que una persona se considere y, por supuesto, del país que desee ayudar a construir con su labor, sin importar el tamaño de su empresa.

En el CONACYT estamos convencidos de que se invierte en tecnología por un deseo de vivir mejor, pues hay una relación indisociable entre ciencia, tecnología y desarrollo económico. México ocupa el lugar 42 en competitividad, lo que indica la necesidad de fortalecer la inversión en este rubro. Y para apoyar este objetivo se creó un esquema de estímulos fiscales que es un certificado de descuento y no un cargo al gasto del gobierno federal, mediante el cual se ha logrado aumentar la inversión privada en investigación de 5 mil millones de pesos en 2001 a 10 mil millones en 2004, con un impacto favorable en la generación de nuevos productos de alto valor agregado y empleos de muy buen nivel.

El apoyo al sector productivo no es privativo de México; ha sido un motor de crecimiento sostenido para varias economías, tanto desarrolladas como emergentes —tal es el caso de Brasil con un gobierno de izquierda— las cuales han entendido el valor estratégico del conocimiento, pues la competitividad se basa en la innovación tecnológica constante.

En México, este modelo, además de fortalecer al sector productivo, ha permitido reorientar y vincular capacidades científicas y tecnológicas con la resolución de problemas sociales, confirmando la rentabilidad social de invertir en Investigación y Desarrollo Experimental (IDE), pues aunque todo inicie en un laboratorio con la investigación básica, ésta pronto se convierte en tecnología para apoyar diversos proyectos productivos.

Otorgar hasta 30% de la inversión realizada en proyectos de investigación y desarrollo tecnológico es una medida que causará beneficios a todos —no sólo a las empresas, como algunos piensan—, lo que nos convertiría en una nación soberana capaz de resolver los rezagos sociales.

Hoy muchos empresarios visionarios están concientes del valor de la investigación como su principal activo para competir; sin embargo, se requiere que todo el sector productivo incorpore a sus prácticas la causa del conocimiento. No dejaremos de insistir en ello porque esta es la única apuesta segura para un futuro mejor.

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