Insecticidas derivados
de nicotina y abejas polinizadoras


Insecticidas derivados
de nicotina y abejas polinizadoras
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Con el sustantivo abejas acostumbramos designar las casi veinte mil especies de insectos pertenecientes a la superfamilia Apoidea, entre las que se encuentran las abejas silvestres y las abjeas domésticas como la abeja de la miel (Apis mellifera) y los abejorros (Bombus spp). Todos estos insectos, al alimentarse de polen y néctar, realizan la polinización de 87% de las 352,000 especies de plantas con flor que existen en nuestro planeta, a la vez que se ocupan de la polinización de un tercio de las especies de plantas agrícolas, actividad que se ha cotizado en 153,000 millones anuales de euros, a nivel mundial. Por tanto, cualquier circunstancia que afecte negativamente la polinización tendrá repercusiones graves en la sociedad, ya que una escasez en el número y diversidad de polinizadores conllevará una disminución en la cantidad de alimento producido, en las ganancias económicas obtenidas, en la estabilidad de las poblaciones de las plantas con flor en los ecosistemas y, por ende, en las poblaciones que de su alimentación dependen

La disminución en el número de colmenas de Apis mellifera, en diversos países tanto de la Unión Europea como en los Estados Unidos de América, ha preocupado, desde hace más de una década, a apicultores, agricultores, ambientalistas, gobiernos y empresas transnacionales. Tal disminución es adjudicada al menoscabo de una gran cantidad de abejas obreras, sin que hasta la fecha, se conozcan con precisión sus causas. Entre los factores que se consideran causantes de la pérdida de colonias de abejas —o PCA— se encuentra una deficiente nutrición resultante de una alimentación limitada a las plantas de cultivo, así como suplementos alimenticios incompletos, lo que las hace susceptibles a enfermedades causadas por virus, bacterias y parásitos intracelulares, los cuales, a su vez, son considerados cofactores de la pérdida de estas colonias.

Abeja doméstica, Apis mellifera, colectando polen. (Foto: Carlos H. Vergara B.

     Otra componente es la presencia de parásitos externos que extraen líquidos y nutrientes de los cuerpos de abejas, como el ácaro Varroa destructor, situación que disminuye sus defensas y favorece la aparición de enfermedades infecciosas. Una hipótesis más supone –sobre el caso de las colonias de abejas en Estados Unidos– un debilitamiento general de las poblaciones provocado por una baja diversidad genética, como consecuencia de la producción de grandes cantidades de colonias, a partir de un solo conjunto restringido de abejas reinas y a la inseminación artificial de éstas.1
     Por otro lado, algunos investigadores atribuyen a los pesticidas —más específicamente, a los llamados neonicotinoides— el ser una de las principales causas de la PCA, ya sea por acción directa o en sinergia con algún otro de los factores mencionados. Estos pesticidas, por su amplio uso y extendida comercialización, pueden tener efectos negativos a corto y largo plazos en la sobrevivencia de las poblaciones de abejas, como veremos a continuación.

Los neonicotinoides son insecticidas con una composición similar a la nicotina y actúan en los receptores nicotínicos del sistema nervioso central de los insectos, donde sustituyen la acetilcolina, uno de los neurotransmisores involucrado en la transmisión de la información entre las neuronas. La presencia del neonicotinoide ocasiona una activación irreversible de los receptores nicotínicos, lo que conduce a una sobreexcitación de las neuronas, y ocasiona la muerte del insecto. Actualmente, los neonicotinoides son de los insecticidas más usados en el mundo, con varios propósitos: en cultivos agrícolas (para evitar plagas a las plantas), en actividades veterinarias y como insecticidas para casa y jardín. En su uso agrícola, se emplea en una gran diversidad de hortalizas, frutas y cereales, entre los que se encuentran los principales cultivos en el ámbito mundial, como la caña de azúcar, el maíz, el arroz y el sorgo.
     Los insecticidas mencionados son incorporados en todos los tejidos de la planta, conforme ésta va creciendo, por lo que al estar presentes en hojas, raíces, tallos, flores y frutos, afectan a los insectos succionadores, masticadores y a los polinizadores.
     Las abejas se contaminan de neonicotinoides, principalmente en forma indirecta, al consumir el polen y néctar de las flores de las plantas tratadas  con neonicotinoides, práctica que, en dosis muy bajas, no conduce a muerte instantánea; sin embargo, provoca efectos subletales que pueden dar como resultado un deterioro de la capacidad de las abejas para hibernar y realizar sus trabajos normales.

Abejorro Bombus medius sobre flor compuesta. (Foto: Carlos H. Vergara B.

     Diversos estudios han demostrado efectos subletales,2 como alteraciones en la capacidad de forrajeo —lo cual se traduce en empobrecimiento de las reservas de polen y miel dentro del panal; es decir, su sustento—, aumento del número de celdas de cría vacías, disminución de la producción de abejas reinas, reducción y deterioro, tanto de las capacidades olfativas de las abejas, como de su capacidad de aprendizaje, además de desorientación en el vuelo de regreso a la colmena. Este último aspecto es muy importante, ya que el regreso preciso de las abejas al panal permite mantener el número mínimo de obreras para su adecuado funcionamiento (limpieza y reparación del panal, cuidado de las crías y de la reina, colecta de polen y néctar, etc.). Si la pérdida de obreras es mayor a la ocasionada por factores naturales —como depredación y vejez— y sobrepasa el umbral crítico para la sobrevivencia de la colonia, ésta termina por desaparecer totalmente, transformando el efecto subletal de los neonicotinoides en un efecto letal, no sólo para las colonias de abejas, sino para el sustento de innumerables especies; entre ellas, los humanos.
     Asimismo, los neonicotinoides pueden afectar a las abejas silvestres, no únicamente porque éstas se alimentan de los cultivos tratados, sino porque dichos compuestos pueden llegar a los suelos y los cuerpos de agua, de donde están en posibilidad de ser incorporados a los cultivos adyacentes. Sin embargo, los efectos adversos de los neonicotinoides en estas poblaciones de abejas son desconocidos, debido a la falta de un monitoreo sistemático.

A pesar de la información con la que contamos en los últimos años, en torno al efecto de los neonicotinoides sobre las poblaciones de abejas, aún no existe un acuerdo para limitar su uso en el control de plagas de insectos; sin embargo, en la Unión Europea, con el objetivo específico de proteger las colonias de abejas, se ha adoptado un esquema de restricciones en el uso de neonicotinoides tanto en su aplicación en los suelos de algunos cultivos, como en las semillas de ciertos cereales y varios cultivos al aire libre,3 mientras que, en los Estados Unidos no se ha establecido prohibición alguna, aunque se da un seguimiento anual al estado de salud de las colonias apícolas.

Diversidad de especies de abejas polinizadoras de la calabaza. (Foto: Carlos H. Vergara B.

     En México y en la mayoría de los países latinoamericanos, es posible adquirir libremente diversas presentaciones de neonicotinoides que, en algunos casos, se venden en combinación con piretroides, que son insecticidas sintéticos, capaces de alterar, en forma indirecta, el desarrollo de las larvas de abejas y, en consecuencia, el tamaño y longevidad de los adultos, lo cual aumenta el efecto nocivo de los neonicotinoides. Lo anterior puede tener serios efectos negativos, en un futuro cercano, sobre las poblaciones de abejas domesticadas y silvestres de toda América Latina.

Es importante conocer las consecuencias de la aplicación de los pesticidas en sitios donde corren riesgos los insectos benéficos, así como participar en los esfuerzos por prevenir su efecto destructivo. La aprobación del uso de los pesticidas debe estar condicionada a verificar que éstos presenten una mayor inocuidad sobre las poblaciones de insectos (no sólo benéficos, sino indispensables para la vida) lo cual requiere la realización de una evaluación cuidadosa de efectos subletales y letales de estas sustancias, por parte de las instituciones de sanidad y seguridad ambiental de cada país donde se utilizan, y no únicamente por las empresas que los comercializan.

Nuestro interés es informar al público para que pueda apreciar el valor de las abejas polinizadoras e invitarlo a conocer los pros y contras sobre el uso de los neonicotinoides y, de considerarlo pertinente, apoyen la promoción de la conservación de estos indispensables insectos benéficos, minimizando los efectos indeseados de los insecticidas riesgosos para la salud. 

  • Bonmatin J. M., I. Moineau, R. Charvet, M. E. Colin, C. Fleche y E. R. Bengsch (2005). “Behavior of Imidacloprid in Fields. Toxicity for Honey Bees”. En: E. Lichtfouse, J. Schwarzbauer, R. Didier, editores. Environmental Chemistry: Green Chemistry and Pollutants in Ecosystems. Berlín: Springer, pp. 483–494.
  • UNEP (2010). Global Honey Bee Colony Disorder and Other Threats to Insect Pollinators. UNEP, Emerging Issues, 12 pp. 
  • Whitehorn P. R., O’Connor S., Wackers F.L. and Goulson D. 2012. Neonicotinoid pesticide reduces bumble bee colony growth and queen production. Science: 336:351–352.
María de las Nieves Barranco León

Es Maestra en Ciencias Biológicas por el Centro de Investigaciones en Ecosistemas-UNAM. Actualmente estudia el  doctorado en la División de Ciencias Ambientales, IPICYT.

Carlos H. Vergara Briceño

Es Doctor en Entomología, por la Universidad de Georgia, USA. Actualmente, es Profesor Titular Senior en el Departamento de Ciencias Químico-Biológicas UDLAP, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (I).

Luis Felipe Cházaro Ruíz

Es Doctor en Ciencias Químicas por el Cinvestav - IPN e  Investigador Asociado en la División de Ciencias Ambientales, IPICYT.

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