El encuentro de dos mundos en una pintura


El encuentro de dos mundos en una pintura
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El muralismo fue un movimiento artístico completamente mexicano, hablamos de una corriente en la cual las pinturas tenían como lienzo los muros, específicamente aquellos que formaban parte de los principales edificios públicos del país.

Pero, este movimiento tuvo diferentes exponentes, cada uno con un estilo muy propio. Es de todos conocido el nombre de Diego Rivera como uno de los principales y mejores muralistas mexicanos, así como David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, sin embargo, no fueron los únicos. Aquí hablaremos particularmente de una obra realizada por el muralista Jorge González Camarena en 1960: La fusión de dos culturas, obra sumamente dramática en la que se ve reflejado el proceso de mestizaje en dos personajes: el soldado español y el caballero águila; es un mural que a la vista puede hacer sentir diversas emociones y sensaciones y que nos explica con sus colores vivos uno de los momentos claves en la historia de México, como lo fue la Conquista.

El ejercicio a realizar en este ensayo es, además de mostrar un poco de la vida y obra de don Jorge González Camarena, conocer parte de la historia de México a través de una obra de arte y demostrar que el libro no es la única fuente de donde es posible aprender sobre nuestro pasado.

Cuando el sonorense Álvaro Obregón tomó las riendas del país, en 1920 —diez años después de que iniciara la Revolución— puso en marcha todo un plan político de reconstrucción, el cual no sólo consistía en garantizar la paz a los mexicanos, quienes después de una década de haberse enfrascado en una guerra civil, requerían cimentar cohesión e identidad en una nación que parecía no tener rumbo alguno.

Este último punto era el más complicado. ¿Cómo podría Obregón conseguir que tanto el campesino labrador de la tierra de sol a sol y el profesionista citadino compartieran el mismo amor y compromiso por el país o, mejor dicho, un mismo proyecto de nación? Para ello, el sonorense pidió el auxilio de uno de los principales líderes intelectuales de la Revolución Mexicana...

José Vasconcelos nació en Oaxaca, desde muy chico mostró un particular interés por la lectura y la cultura en general. Su principal inclinación se volcó en la filosofía, que lo llevó a participar en el Ateneo de la Juventud, grupo de ilustres intelectuales y artistas que realizaban tertulias filosóficas y del cual surgieron grandes exponentes. De este modo, Obregón vio en su persona al indicado para realizar la labor educadora y forjadora de la identidad que el emergente país posrevolucionario requería.

Como parte de toda una estrategia, Vasconcelos dirigió un complejo proyecto educativo en el que no sólo se buscaba alfabetizar a los mexicanos, sino formar una identidad nacional en cada uno de ellos. Misiones educativas, construcción de bibliotecas, reimpresión de los clásicos de la literatura universal (principalmente griegos), promoción de la técnica, las ciencias exactas y el arte fueron algunos de los esfuerzos y características de la labor educadora de Vasconcelos. Especialmente, el arte formó parte de la artillería pesada empleada para cumplir con este cometido.

A su vez, y ya inmerso en el mundo de las artes, Gerardo Murillo, conocido como el Doctor Atl, fue un gran promotor del arte “anti académico”, al abrir un lugar especial dedicado al modernismo.1 El también pintor organizó una exposición de artistas mexicanos en la Academia de San Carlos, en 1910, cuyo principal objetivo era “responder a una propuesta nacionalista a la exposición de pintura española patrocinada por Porfirio Díaz para conmemorar la lucha de México por su independencia”.1

Una vez terminada la Revolución —o por lo menos apaciguada— el muralismo tomó el papel de divulgador de la historia de México, pues este movimiento rompe completamente con los estándares del arte en ese tiempo. Alejado del elitismo, se enarbola como un arte público, ya que, al hacerse presente en edificios a la vista de todos, cualquiera puede contemplar la obra sin necesidad de acudir a alguna institución o museo. Así, mediante esta nueva estrategia se registran diversos hechos históricos, pero con la intención de crear una identidad nacional.2

Surgió así un arte dinámico, con un contenido que, a pesar de servir al Estado “oficial”, plasmó críticas al entorno social; especialmente, la que vivían los campesinos, pero también idealizó, a través de sus colores, un esquema de sociedad más justo; además, se da un especial énfasis a en el indigenismo, llegando al punto de menospreciar lo español.

El indigenismo se convirtió en “uno de los principales protagonistas” del muralismo y con justa razón, pues, al ser un arte público, crítico y de reflexión, era normal que el elemento indígena fuera uno de los “voceros” de esta corriente artística; el indígena, quien a lo largo de los siglos había sido menospreciado de múltiples formas, parecía tener voz y una historia por contar a través del muralismo; sin embargo, la otra parte que conforma al mexicano, lo español, irónicamente, se menospreciaba y en muchas ocasiones se ilustraba de un modo un tanto burlesco.

Por el contrario, “La fusión de dos culturas” no menosprecia al español, ni al indígena, sino que los iguala en fuerzas, violencia y ataque... Pero antes de adentrarnos en esta pintura demos un breve repaso en la vida de su autor.

Jorge González Camarena nació en Arandas, Jalisco, en 1908. Desde muy joven comenzó a pintar y a escribir. En 1939, pintó su primer mural, “Alegoría de Zimapan”, en el Hotel de Fundición de Zimapán, Hidalgo.3 Restauró diversas obras y obtuvo reconocimiento internacional; esto ocurrió cuando recibió el Mérito en Grado de Commendatore della Repubblica por parte del gobierno italiano.

En el cierre de la década de los setentas, por encargo del gobierno mexicano, don Jorge pintó a su homónimo “San Jorge” como regalo para el pueblo de Bulgaria. Después de una larga y exitosa carrera artística, don Jorge González Camarena falleció el 24 de mayo de 1980. Recibió su último adiós y todos los honores, en el Palacio de las Bellas Artes.

Entre sus obras, La fusión de dos culturas, es una de las más representativas de este pintor, en la que plasma un momento crucial de la historia de nuestro país: cuando la semilla del mestizaje es plantada. En ella se puede apreciar que un soldado español y un guerrero águila en pleno fragor de la batalla, son atravesados por el arma de su rival. El soldado español parece tener un grito de dolor ahogado bajo su casco, mientras que el caballero águila salta con furia mostrando un nulo miedo a la muerte. En segundo plano, el maestro Camarena no dejó pasar por alto detalle alguno, y es que, si desviamos nuestra vista al fondo de la obra, se puede apreciar un tono rojizo y amarillento que nos describe una gran batalla en su clímax; fuego, lanzas y estandartes militares se entrecruzan en plena lucha.

Hay tres detalles particulares de esta obra que pueden pasar desapercibidos; sin embargo, al notarlos, ésta adquiere otro sentido. El primero es la atención que puso el maestro Camarena a la espada del soldado español, la cual parece estar un poco arqueada, debido al impacto de atravesar la piel del caballero águila, dándole un gran realismo a la escena. El segundo es el penacho del TlatoaniI quien yace solitario, sin dueño, presagiando que el gran Imperio Mexica se acerca a un inminente final. El tercero es la silueta de fuego del águila devorando la serpiente, la cual parece surgir del fondo del cuadro, tratando de alcanzar el penacho, como si advirtiera que, a pesar de la inevitable derrota militar del Imperio Mexica y del mundo indígena, su herencia racial y cultural continuará presente en la nueva civilización que se construya sobre sus ruinas.

El arte es un excelente transmisor de emociones y sentimientos, pero también de conocimiento; a través de la expresión artística se puede profundizar en diversos temas del saber humano. El muralismo, en particular, contribuyó a la comprensión de la historia de nuestro país; llevó nuestro pasado a las masas mediante los murales de algunos edificios importantes.

Pero no fue un movimiento homogéneo, cada muralista tuvo su propio estilo, así como su visión del pasado y del presente. Si bien la mayoría de ellos trabajó para el estado emanado de la Revolución, esto no significó que hayan perdido originalidad; el caso de don Jorge González Camarena ilustra lo anterior. Su obra tiene un sello muy característico; para él, México es el resultado de la fusión de dos culturas: la española y la indígena; sin alguna de ellas, el mexicano no existiría. “La fusión de dos culturas” expone a ambas como los dos pilares de la mexicanidad; las equipara en fuerzas y deja plasmado sus trazos que el proceso del cual provenimos los mexicanos fue doloroso y sangriento. Si deseas apreciar esta espectacular obra de arte la puedes encontrar en el Museo Nacional de Historia ‘Castillo de Chapultepec’, en la Ciudad de México, donde también hay murales de Juan O´Gorman y de David Alfaro Siqueiros.

Varios Autores. (2013). Nueva Historia Mínima de México. Colegio de México. Colegio de México.  Décima reimpresión.

El encuentro de dos mundos en una pintura
Arturo Mercado Padilla

Es licenciado en Historia por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara. Ha participado como ponente en diversos encuentros de historia como el “III Encuentro estudiantil” “Interhistoria”, “Las Jornadas de Estudios. La Reforma, Guerra de Intervención y el Segundo Imperio” y el “XXXVIII Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia” celebrado en la Ciudad de México. Actualmente, imparte clases en secundaria y participa en el programa de radio “Diálogos” en la sección de Ciencia y Tecnología.

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