“¡Qué mala suerte la de los científicos de los cómics!” —escriben Paula Bombara y Andrés Valenzuela, en la introducción de su Ciencia y superhéroes. Hipótesis, héroes y villanos, al infinito y más allá—: “O por accidente despierten a un ser imposible y antediluviano en una excavación arqueológica o les exigen que en veinticuatro horas desarrollen una teoría y su aplicación práctica para salvar el mundo… y lo más probable es que, para colmo, el mérito de la hazaña se lo lleve algún enmascarado”. Y es que siempre aparecen científicos en los relatos que nos cuentan los cómics o historietas, pero usualmente, de manera poco admirable: son sujetos con enormes dificultades para interactuar socialmente, inadaptados, focos de burla o villanos irremediables, listos para destruir el mundo y a la humanidad. Pocas veces existe un espacio dentro de las historietas para las explicaciones científicas: “¿Cómo consiguieron sus poderes Supermán y el Hombre Araña? ¿Cómo funciona el anillo de Linterna Verde y el cinturón de Batman? ¿Por qué el doctor Bruce Banner se pone verde y crece enormemente cuando se enoja, dando paso al surgimiento de Hulk? ¿Cómo consigue Lucky Luke disparar más rápido que su propia sombra?”… Todo esto cuestionan Bombara y Valenzuela.
Estamos al tanto del origen familiar de los superhéroes, a lo largo de varios episodios descubrimos la totalidad de anhelos y decepciones, pero nunca se nos permite avanzar más allá de lo anec-dótico o circunstancial, como si esperar una explicación o perseguir la ciencia detrás de los superhéroes equivaliera a desaparecer la magia del héroe.
