Durante años, el principal problema de una mala alimentación, en México y en el mundo, estuvo relacionado con desnutrición. La desnutrición no sólo es la consecuencia de consumir poco de los nutrimentos necesarios, como carbohidratos, proteínas y grasas, sino que también se refiere a comer poco de micronutrimentos.
Las vitaminas y minerales son indispensables para que el cuerpo humano funcione adecuadamente y, por consecuencia, para tener una buena salud. La mayoría de las vitaminas y minerales se obtienen de los alimentos, ya que nuestro cuerpo es incapaz de producirlos.
Cuando existen deficiencias de micronutrimentos asociadas a una desnutrición, hay consecuencias importantes que pueden llegar a ser irreversibles. Por ejemplo, una deficiencia severa de hierro en los primeros dos años de vida, puede ocasionar anemia ferropénica, la cual provoca alteraciones tan severas en el desarrollo mental y físico de los infantes, que éstos nunca llegan a recuperarse.1 La deficiencia de zinc y de vitaminas A y C disminuye la respuesta inmune del cuerpo, es decir, reduce su capacidad de defenderse de microorganismos.2 Por lo tanto, deficiencias de algunos micronutrimentos aumentan el riesgo de presentar enfermedades de tipo infecciosas, como infecciones respiratorias agudas y diarreicas agudas. Es por ello que durante muchos años este tipo de padecimientos transmisibles fueron las principales causas de muerte en nuestro país. De 1910 a 1970, dentro de las principales causas de muerte se encontraban enfermedades como neumonía, diarrea, gastroenteritis, gripe, entre otras, todas ellas relacionadas con deficiencias de vitaminas y minerales.
En 1970 aparecen, por primera vez, las enfermedades cardiovasculares dentro de las primeras 10 causas de muerte en México, seguido de enfermedades infecciosas y, a partir de entonces, los problemas de salud pública comenzaron a cambiar.