Dada la pandemia global de la obesidad, el mercado potencial para el tratamiento de esta enfermedad es muy grande, de ahí que el interés en desarrollar nuevos fármacos efectivos y seguros está creciendo, por ello es un tema que atrae a grupos de investigación y compañías farmacéuticas. En ese sentido, la Red Nacional para el Tratamiento y Prevención de la Obesidad (REDTPO) ha tratado de desarrollar estrategias efectivas para la prevención y tratamiento de la obesidad y sus enfermedades asociadas. En particular, el grupo de investigación de la Facultad de Farmacia de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) se ha enfocado, durante varios años, a buscar alternativas terapéuticas para la obesidad y enfermedades asociadas. Esas investigaciones han sido enfocadas a buscar medicamentos efectivos, pero sobre todo, no tóxicos.
El tratamiento de la obesidad, hoy por hoy, no está enfocado a tratar, en particular, este trastorno, sino a las complicaciones que produce, ya que no es posible concebir a la obesidad sin la presencia de dislipidemias, intolerancia a la glucosa e hígado graso. Por el contrario, puesto que la obesidad forma parte del bien conocido Síndrome metabólico, el tratamiento debe ser integral. Por ello, se está tratando de encontrar fármacos capaces de modificar varios de los trastornos –aumento de la presión arterial, niveles elevados de glucosa en sangre, exceso de grasa corporal en la cintura y niveles anormales de colesterol y triglicéridos–, incluyendo el mencionado síndrome. Si esto se logra, ayudaría a reducir costos, pues en la actualidad el paciente debe tomar un medicamento para cada una de las alteraciones que padece.
Esta tarea no es fácil, ya que, si queremos comprobar que un fármaco es efectivo, se debe contar con modelos animales adecuados que presenten la gama de alteraciones bioquímicas y funcionales; es decir, que mimeticen la enfermedad que sufre el humano. Sin embargo, el principal problema al que nos enfrentamos es que en México no se cuenta con este tipo de animal –debido a que requieren cuidados especiales y modificaciones genéticas adecuadas para el desarrollo de la enfermedad–, por lo que se tienen que importar. De ahí que, para hacer este tipo de investigación, se buscan vinculaciones con otros grupos de investigación, o bien, con la industria farmacéutica.
En ese sentido, el grupo de trabajo de la Facultad de Farmacia de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) ha desarrollado varios proyectos de investigación relacionados con la búsqueda de medicamentos para tratar el síndrome metabólico -obesidad, dislipidemias, hígado graso, y diabetes–, en colaboración con integrantes de la Red para el Tratamiento y Prevención de la Obesidad (REDTPO) y la empresa NUCITEC, S.A. de C.V.; principalmente, sobre la eficacia y seguridad de una serie de análogos de L-carnitina, a través de diferentes proyectos del Programa de Estímulos a la Innovación del Conacyt.
La L-carnitina es un cofactor que se requiere en el transporte de ácidos grasos libres en la mitocondria; también se ha mostrado que modifica varias de las alteraciones presentes en la obesidad –en animales, observando un aumento de la capacidad de sus células para quemar energía; además, les ayuda a eliminar el exceso de glucosa en sangre, un síntoma propio de la diabetes y la prediabetes; incluso, mejora significativamente la salud cardíaca en pacientes que han sufrido un ataque al corazón–. Por lo anterior, varios grupos de investigación se han dado a la tarea de sintetizar una serie de análogos con la esperanza de que puedan modificar el metabolismo de triglicéridos y, con esto, evitar las dislipidemias, obesidad e hígado graso. Este grupo empezó hace 10 años con la evaluación farmacológica y toxicológica para buscar una molécula lo suficientemente efectiva, pero que tuviera baja toxicidad.
Los resultados iniciales arrojaron que, si bien los análogos de L-carnitina no mostraron datos de toxicidad, su potencia y efectividad fue diferente entre ellos.3 Considerando esos resultados se eligió el más efectivo para continuar su análisis en modelos animales de obesidad y diabetes; una de ella es la β-hidroxifosfocarnitina, molécula que se ha estudiado por más de seis años, y que ha mostrado ser no sólo muy efectiva, sino también tiene una alta seguridad. En pruebas realizadas en ratas obesas mostró que reduce los niveles de glucosa (25%) y triglicéridos (30%) en sangre; y, en forma importante en hígado disminuye los niveles de glucosa (30%), triglicéridos (50%) y colesterol (80%). Además, en la prueba de tolerancia a la glucosa se observó que moviliza en forma normal la glucosa de sangre a tejidos y reduce el contenido de grasa en hígado; sin embargo, al igual que muchos otros fármacos, sólo reduce en un 5% el peso corporal. No obstante, este último hallazgo no es motivo de desaliento pues, aunque sus efectos sobre el peso corporal no han sido tan importantes, sí interfiere directamente en el desarrollo de la obesidad (figura 1).4
En relación con su seguridad, la evaluación toxicológica de la β-hidroxifosfocarnitina demostró que no produce alteraciones morfológicas en hígado, riñón, músculo, intestino, corazón, timo, bazo y cerebro; tampoco produce trastornos hematológicos, en el perfil bioquímico, pruebas de función hepática y renal. Por otro lado, en embriones y fetos no produce efectos tóxicos.
5En resumen, la obesidad es una enfermedad multifactorial y debe tratarse como tal, es decir, no sólo se trata de pensar en crear un tratamiento basado en fármacos para un control específico de cada enfermedad, sino en su capacidad de modificar varios de los trastornos asociados. La β-hidroxifosfocarnitina es un fármaco que tiene el potencial para ser usado en el manejo integral del síndrome metabólico y, al menos, en animales de experimentación, ha mostrado tener un excelente margen de seguridad.