Ciencia y Desarrollo
Fecha Inicio Ligas de interés Artículos de interés Suscripciones
Cada mes
Editorial
Ciencia en México
Ciencia en el mundo
El lector científico
Centros Conacyt
Entrevista
La ciencia y sus rivales
Productos de la ciencia
México entre la tierra y el mar
Webs al gusto
Reseñas
Portada
Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 

JUAN NEPOTE

La mala fama de los murciélagos
Tan repulsivos, ante la mirada superficial, como fascinantes cuando se los conoce, los murciélagos ostentan la exclusividad, entre los mamíferos, de poseer auténticas alas que le permiten volar.
De acuerdo con las estimaciones aceptadas, los murciélagos han de tener unos sesenta millones de años de poblar nuestro planeta.

Es probable que hayan evolucionado de otros mamíferos de tallas pequeñas y que de ellos hayan heredado sus característicos hábitos nocturnos. Baste detenerse en el origen de su nombre: mus caecus alatus, “ratón ciego alado”.

Tan repulsivos, ante la mirada superficial, como fascinantes cuando se los conoce, los murciélagos ostentan la exclusividad, entre los mamíferos, de poseer auténticas alas que le permiten volar. Exactos en su anatomía, son una muestra de las necesidades animales para volar, hacia arriba y hacia abajo: sus alas están compuestas por una doble capa de piel que abarca los costados de su cuerpo hasta los larguísimos cuatro dedos de cada mano, en cuyo interior corren nervios y vasos sanguíneos; consiguen el soporte gracias a su columna vertebral fusionada. Asombrosos, todos los murciélagos que se alimentan de insectos hacen gala de un complejo sistema para cazar sus presas: producen finísimos sonidos en su laringe, los cuales transmiten a través de la nariz o de la boca; esa señal viaja hasta rebotar en un objeto y regresar a las atentas orejas del murciélago, quien así consigue conocer la distancia y el tamaño del objeto que tiene frente a sí, para alejarse, en caso de que éste represente un peligro o acercarse con vehemencia, si se trata de un posible alimento…, navegantes puntuales en la negrura.

Pero existe otro elemento en la prodigiosa colección de singularidades propias de los murciélagos: si bien buena parte de ellos son insectívoros, también los hay que comen frutas, polen y néctar (éstos son esenciales para la reproducción de los magueyes y del agave: de los murciélagos depende, en buena medida, nuestra producción de tequila).

Y otros viven de beber sangre de los animales mientras duermen, mediante diminutas incisiones que causan sobre la piel de sus víctimas. Son estos murciélagos vampiros —quienes sobreviven a partir de la extracción de la sangre de otros— los que han adaptado su organismo; en particular, sus agudísimos dientes, los cuales para horadar la carne son perfectos, y su saliva, que contiene los elementos necesarios para evitar la coagulación de la sangre obtenida, son los que han contribuido a construir una mala imagen de los murciélagos.

Encuentre la información completa en la versión impresa de Ciencia y Desarrollo,
Noviembre - Diciembre 2014
Ediciones anteriores Para publicar