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Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

Epidemias surgidas de la ignorancia
Actualmente, la salud pública en Estados Unidos esta siendo afectada por fanatismos religiosos o ignorancia militante mismas causas que en un futuro podrían afectar la salud pública mundial
Una de las mayores plagas médicas que están afectando la salud de grandes núcleos de población en Estados Unidos —y pronto de todo el resto del mundo— puede ser atribuida exclusivamente al fanatismo religioso o a la ignorancia militante.

Se ha demostrado que el resurgimiento del sarampión en la Unión Americana1 se debe a la tenaz campaña que impulsan varios grupos antivacuna y, hasta se ha identificado al llamado paciente cero, de este brote, un niño que no fue vacunado por sus padres, por considerar que la vacunación de cualquier tipo es algo nocivo.2

El crecimiento de esta creencia representa una verdadera amenaza para toda la humanidad, ya que implica:

◂ El posible resurgimiento de grandes enfermedades tradicionales, capaces de reducir significativamente la esperanza de vida de países enteros.

◂ Propiciar la aparición de nuevas cepas de gérmenes que no respondan a las vacunas ya existentes.

◂ Fomentar la reaparición de muchas enfermedades que, de hecho, habían sido erradicadas en casi la totalidad de la superficie del planeta —como ocurre con la poliomielitis— y que pueden llegar regresar y diezmar la población de naciones desarrolladas afectando, en especial, a los niños.

Además del sarampión, han resurgido en Estados Unidos la tosferina, la poliomielitis, la tuberculosis y otros males. El rechazo sistemático a la vacunación entre diversos sectores y regiones de ese país puede llevar a la reaparición de manera significativa de tales enfermedades.

Este movimiento es fachada de una actitud anticientífica basada en la idea de que la medicina científica moderna y los grandes laboratorios impulsan la vacunación con el único fin de obtener enormes ganancias y se ha llegado a decir que encierran propósitos genocidas.

Pero esto no parece convencer a muchos grupos anticiencia o antitecnología o a los llamados libertarios en EU, quienes impulsan que se ejerza la autoridad paterna para negar la vacuna a sus hijos. La principal fuente del movimiento antivacunas es la versión de que el timerosal, —una sustancia que permite la conservación de varias vacunas infantiles, en especial la triple vacuna contra el sarampión, paperas y rubeola (SPR)— es la causa de un aumento en el autismo en los niños.1

Lo cierto es que, aparte de que el timerosal ha sido eliminado en la manufactura de las vacunas, no hay evidencia estadística que ligue la vacunación con el autismo, cuyo aparente aumento puede atribuirse más bien a mejores métodos de diagnóstico temprano de esta enfermedad mental, que atribuírsele al hecho de que casi 100% de la población de Estados Unidos se ha vacunado.3

Estas visiones catastrofistas se contradicen directamente por el hecho, bien documentado, de que gracias a los programas de vacunación integral de grandes poblaciones, se ha reducido la morbilidad y la mortalidad debida a tales enfermedades y eso ha llevado a un incremento constante en la esperanza de vida.

La llamada controversia de la vacuna SPR surgió por primera vez en relación con la publicación, en 1998, de un trabajo fraudulento en la revista médica The Lancet, que daba apoyo a la afirmación, posteriormente desacreditada, de que tanto una forma de colitis como el autismo podrían ser causados por la aplicación de dicha vacuna.4

Diversas publicaciones irresponsables han sido muy criticadas por dar credibilidad al autor del fraude de referencia. También todo esto levanta una grave preocupación sobre los criterios de publicación y evaluación de trabajos publicados en muchas revistas científicas de gran influencia.
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