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Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

El SIDA: ¿Arma biológica?
Desde la aparición del VIH, ha habido una diseminación de ideas pseudocientificas acerca del virus, la más reciente circula en redes sociales y postula que el virus fue creado por militares y agrupaciones secretas de Estados Unidos, sobre tal aseveración no existe ninguna evidencia científica.
La aparición de la mortífera epidemia que afectó a la humanidad, a partir de los años ochenta del siglo pasado, ha dado lugar a diversas creencias pseudocientíficas y de superchería, las cuales han dañado a multitud de individuos al tratar de usarlas para divulgar teorías conspiratorias entre grupos extremistas.

Quizá la más peligrosa de estas creencias ha sido la negación de la existencia del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), lo cual ha causado que la pandemia se haga permanente y muy dañina, sobre todo en algunos países africanos. Aunque, también se ha estado difundiendo —a través de las redes sociales— otra versión de inauditas repercusiones tanto científicas como políticas; ésta sostiene que el virus del sida fue creado por militares de EUA y agrupaciones secretas, con el fin de exterminar a media humanidad.

Esta versión se basa en lo señalado por un tal Milton William Cooper —supuestamente, un alto oficial de la Inteligencia Naval (Office of Naval Intelligence; ONI), de EUA, una división administrativa que, se asegura, forma parte de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.

Este personaje ha, supuestamente, revelado que el VIH fue desarrollado en instalaciones biológicas militares de la base de Fort Detrick, en 1972, por el Pentágono, como parte del Proyecto MK-NAOMI, siguiendo una orden ejecutiva directa —de Richard Nixon— y en cumplimiento a una agenda global establecida por el Departamento de Estado. 1

Asevera Cooper que dicho virus fue creado en laboratorios militares por personal de los Estados Unidos, para eliminar a los “elementos de la sociedad innecesarios y la extensa población del Tercer Mundo” (eso implicaría causar la muerte de unos tres mil millones de habitantes de la Tierra, incluidos unos 25 millones de estadounidenses). Curiosamente, tampoco se hace explícito el hecho de que la mayor parte de las víctimas serían miembros de la población homosexual. Cooper afirma que mencionó esos hechos en su antiguo artículo “El gobierno secreto”, donde planteaba que quien gobierna EUA es o era un grupo de sociedades secretas, como el Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral (TC) y el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), todas instituciones pretendidamente masónicas.

Esta versión involucra en la conspiración al célebre Club de Roma, autor del famoso estudio los Límites del crecimiento. Este grupo fue dirigido muchos años por el catedrático e industrial Aurelio Peccei y ahí colaboró entre muchos otros, el economista mexicano y director del Colegio de México, Víctor L. Urquidi. El resultado de dicho estudio fue que la civilización, tal y como la conocemos, se colapsaría poco después del año 2000, por lo que, según Cooper, Peccei habría concluido que se reduciría la población del planeta, lo que es falso. Lo cierto es que Peccei era un científico social muy serio y un humanista genuinamente preocupado por el futuro de nuestra especie, quien proponía, al final de su afamado estudio, no un genocidio, sino un uso más racional de los recursos.

Cooper concluye en su artículo 2 que la recomendación principal de dichos organismos fue el desarrollo de un microbio indetectable, casi invisible, que atacase el sistema autoinmunológico e hiciera que el desarrollo de una vacuna en forma inmediata fuera algo imposible. El virus se introduciría por medio de vacunas administradas, nada menos, que por la OMS, la Organización Mundial de la Salud.

No hay, desde luego, ninguna evidencia de estos hechos o descripción de los pasos seguidos en la creación del virus, lo que sería una verdadera hazaña biomolecular sin paralelo en la historia. Lo cierto es que, como ocurre con otros agentes causantes de enfermedades infecciosas emergentes, el VIH pasó a los seres humanos por su transmisión desde otras especies. La emergencia del sida y la identificación del VIH estimularon investigaciones que han permitido determinar que las variantes del VIH forman parte de un amplio grupo de los llamados lentivirus. El VIH es sumamente parecido a un virus que ataca a otros primates; se trata del virus de inmunodeficiencia de los simios (Simian immunodeficiency virus, SIV), del cual se conocen diversas cepas que se transmiten por vía sexual.2A diferencia del VIH, el virus de los primates no causa inmunodeficiencia en los seres que lo hospedan, y ello sólo ocurre en el caso del salto de una especie a otra.

El VIH-1, responsable de la actual pandemia, ha resultado estar estrechamente relacionado con otro virus, el SIVcpz, que infecta poblaciones de la subespecie centroafricana del chimpancé común (Pan troglodytes troglodytes). El SIVcpz, a su vez, parece derivar por recombinación (un fenómeno que se produce fácilmente cuando infectan al mismo individuo dos cepas víricas diferentes) del SIVrcm, propio de los monos de la especie mangabey de collar (Cercocebus torquatus), y del SIVgsn, propio del también mono avoem (Cercopithecus nictitans). Esta hipótesis es sostenida por el hecho de que tanto el VIH como las diversas cepas del SIV poseen un gen llamado vpu, además de que se han reportado transmisiones por SIV entre humanos, en África ecuatorial.3

Parece claro que el chimpancé común, Pan troglodytes troglodytes es el reservorio desde el que se han producido repetidamente las infecciones humanas por los virus de cuya evolución procede el VIH-1.4

A su vez, el VIH-2 —extendido en África Occidental— procede del SIVsm, y es propio del simio mangabeye fuliginoso (Cercocebus atys atys), que habita las selvas costeras, desde Senegal hasta Costa de Marfil. Los mismos estudios muestran que el paso a los seres humanos también ha ocurrido varias veces. No hay base alguna así para suponer que el VIH-2 pudo haber sido desarrollado en algún laboratorio.
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