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Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

¿Está consciente el Universo?
Existen en Bosnia unas formaciones gigantescas de basalto cristalizado que semejan pirámides y que un empresario bosnio de nombre Semir Osmanagic las promueve como si fueran construcciones de una antigua civilización asentada en ese lugar. Los arqueólogos bosnios y muchos científicos más desmienten tal versión.
En un reciente coloquio, llevado a cabo en la ciudad de Puebla, y denominado La Ciudad de las Ideas, se presentó un interesante debate entre el biólogo británico Richard Dawkins y el místico indostano Deepak Chopra en torno a si el enorme universo en que vivimos tiene algún propósito.1

Para Chopra, el propósito del universo es llegar a generar en su seno seres conscientes —como nosotros— que estén en posibilidad de conocerlo junto con todos sus secretos. Dawkins replicó que sólo estos seres pueden tener conciencia y propósitos, debido a que poseen sistema nervioso central capaz de sustentar materialmente esa conciencia. Chopra, como espiritualista, sostiene que hay conciencias de nivel superior a los humanos.

Con el fin de fundamentar la idea de que el universo podría tener autoconciencia, Chopra y otros místicos han pretendido establecer un paralelismo entre el número de neuronas del cerebro humano y el número de estrellas existentes en nuestra galaxia, la Vía Láctea, o bien con el número de galaxias existentes en el universo visible.

En efecto, estas cantidades son equivalentes. Vienen a ser del mismo orden, es decir de unos cientos de miles de millones de componentes; pero existe una diferencia fundamental: las células neuronales muestran una conexión material visible entre algunas de ellas, la cual, además, es regulable y selectiva en el tiempo respecto de las que están así conectadas. Las neuronas con nexos entre sí forman larguísimos y complejos circuitos estables, que los neurólogos han logrado describir con detalle.

Las estrellas, por su parte, emiten radiación electromagnética, la cual abarca luz, rayos ultravioleta, infrarrojos, rayos X y otros; sin embargo, esta radiación se difunde indiscriminadamente en todas direcciones, o bien, en algunos casos, a lo largo de la dirección del eje de rotación del astro emisor.

Las neuronas, por su parte, emiten una señal por una extensión de su cuerpo llamada axón; si se llega a presentar una cierta combinación de señales entrantes que le llegan a través de las dendritas —es decir, las conexiones receptoras con el resto de su entorno—. En contraparte, no se ha registrado que las estrellas o las galaxias reaccionen ante señales externas de otras estrellas o galaxias vecinas y establezcan circuitos de comunicación, condición indispensable para que pueda establecerse una red lógica neuronal.

Sin embargo, el cosmos no puede desarrollar una autoconciencia de este tipo; y quienes postulan esta noción se refieren a algún tipo de intercomunicación espiritual, ajena a los medios materiales, o bien, guiada por otro mecanismo físico aún ignoto; es claro que Chopra apoya esta noción, pues, en sus trabajos sobre “curación cuántica” asevera que la simple meditación coordinada de un grupo de familiares y amigos puede llegar a curar el cáncer de una persona.2

Este tipo de afirmaciones caen dentro del ámbito de la fe religiosa y resulta absurdo tratar de encontrarles un sustrato o sustento en el mundo natural. La idea de que el ser humano está destinado a constituirse en el medio por el cual el Universo llegará a conocerse a sí mismo es una hermosa metáfora que han expresado diversos científicos, pero no puede justificarse la afirmación de que se trata de un plan deliberado.

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