Ciencia y Desarrollo
Inicio Ligas de interés Artículos de interés Suscripciones
Cada mes
Editorial
Ciencia en México
Ciencia en el mundo
El lector científico
Centros Conacyt
Entrevista
La ciencia y sus rivales
Productos de la ciencia
México entre la tierra y el mar
Webs al gusto
Reseñas
Portada
Noviembre-Diciembre 2013
Hélix
 
 

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

¿En verdad son los refrescos tan dañinos?
En el mercado, existen productos que según ayudan a retardar el envejecimiento como el resveratrol y el ginkgo biloba muy populares entre la población pero con pocos estudios científicos que respalden sus cualidades como contenedores de sustancias anti-envejecimiento.
Recientemente, se ha reavivado el debate en torno a si los refrescos embotellados —gaseosos en su mayor parte— representan el riesgo de un daño grave para la población.

Se ha iniciado una campaña publicitaria en la que claramente se implica que los refrescos no son buenos para la salud, que causan, sobre todo, obesidad y otros efectos nocivos, en especial a los niños. La discusión condujo a la aprobación de un impuesto especial para los refrescos.

Y no es que el consumo excesivo de bebidas azucaradas industrializadas no tenga efectos negativos en la salud de las personas, y principalmente entre los niños. Su influencia en el problema de la obesidad creciente de amplios sectores sin duda es significativa, aunque no se la puede considerar el factor más importante en un ámbito en el que el consumo de vegetales crudos o cocidos ha sido marginado de la dieta de las mayorías. Pero, de eso a considerar que los refrescos embotellados o envasados representan una amenaza social o una forma de cuasi envenenamiento legal, hay una gran distancia.

El elevado consumo de refrescos en México no es nuevo, desde los años cuarentas del siglo pasado, nuestro país era ya uno de los mayores consumidores de este producto. Entonces, ya existían cientos de marcas locales y nacionales que se repartían el mercado. Las autoridades sanitarias los consideraban algo positivo, ya que contribuían a disminuir el consumo de aguas contaminadas y las infecciones intestinales, que constituían una de las principales causas de mortalidad en el país. Esta visión se ha perdido, ya que el acceso a mejores sistemas de dotación de agua potable ha reducido la incidencia de las enfermedades gastrointestinales. En torno a este tema, se ha hecho una serie de afirmaciones exageradas y sin base, para tratar de demostrar que, prácticamente, los refrescos son un veneno que amenaza a la población.

No hace mucho, el investigador Javier E. Montaño, biólogo por la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, Bolivia, recibió una carta cadena, vía correo electrónico, en la que se incluía un artículo corto que intentaba informar sobre los supuestos gravísimos daños producidos por la bebida gaseosa más tomada en el mundo, sobre el cuerpo humano.1 Además, proporcionaba algunas recetas caseras que podrían ser útiles en el caso de aceptar lo que alega el artículo sobre este líquido:

Aviso precautorio para los que toman refrescos de cola. Estos productos sirven para: lavar el WC; eliminar manchas de oxidación de las calcomanías en los automóviles; limpiar la corrosión de las terminales de la batería de un automóvil; aflojar tornillos oxidados y quitar la grasa de la ropa. Los refrescos de cola también ayudan a limpiar los parabrisas. ¡Pensar que nosotros bebemos esto!

Agregaba el artículo alarmista que el pH2 promedio de las bebidas gaseosas, por ejemplo, es mayor de 3.4. ¡Esta acidez y los fosfatos de las sodas (refrescos con gas) son tan elevados que disuelven los dientes y los huesos! Además de contribuir a una grave descalcificación y osteoporosis. La baja temperatura de refrescos forma toxinas que se absorben en los intestinos, circulan en la sangre y se reparten en todo el cuerpo. El esparcimiento de toxinas puede desarrollar varias enfermedades. Alguien puso un diente roto en una botella de Pepsi y, a los diez días, ¡se disolvió! ¡Imagínese lo que hace un refresco a sus intestinos! La carta concluía diciendo que: El consumo de gaseosas modifica los niveles de acidez en las personas y permite el desarrollo de parásitos.

Montaño respondió a todos los puntos en los que se hace aseveraciones que, según su opinión, son enteramente falsos o, al menos, tan exagerados que no se aplican a la realidad cotidiana.3

En primer lugar, el pH de los refrescos de cola no es de 3.4, sino de un poco más de 2, y no está, ni remotamente, entre las bebidas más ácidas que consumimos. Montaño analiza el pH de diversos bebestibles y lo presenta en una ilustración de los resultados obtenidos por él mismo, a partir de la coloración de papel tornasol o litmus.

Aclara también que la acidez y la corrosividad son propiedades distintas, y que los refrescos carecen absolutamente de corrosividad.

Sobre si los fosfatos de las gaseosas podrían reducir la absorción de calcio en niños en crecimiento, señala que, para que esto suceda, deberían ser consumidas en gran escala, alrededor de 1.5 o más litros por día, durante quince años. Por su parte, el dióxido de carbono contenido en cualquier otra gaseosa, en realidad, es bueno para la digestión. Se utiliza para tratar acidez y problemas gástricos. Beber cualquier líquido en exceso, aun agua pura, sí puede causar hasta la muerte, pero no por tratarse de algún refresco.

Ediciones anteriores Para publicar