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Marzo-Abril 2013
Hélix
 
 

RODOLFO ALEJANDRO DE LA FUENTE RUIZ

LA MUERTE CABALGA EN... UN perro

La fiebre manchada de las montañas Rocosas es causada por las Rickettsias rickettsii, que normalmente habitan los intestinos de las garrapatas, las cuales buscan vivir en perros, ratas o personas.

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Estamos acostumbrados a ver múltiples representaciones de la muerte: como una calavera montada en un carruaje o merodeando por calles nebulosas con una larga guadaña al hombro y persiguiendo sigilosamente a su próxima víctima…, pero no creo que a alguien se le haya ocurrido presentar la imagen de un esqueleto cabalgando sobre un perro que deambula entre las personas; sería tan poco común como risible, si no fuera tan crudamente real. La muerte utiliza a los perros para acercarse a sus víctimas sin ser vista y, en el momento menos esperado, caer sobre sus presas y apoderarse de sus almas.

Los perros, al igual que algunos roedores, pueden ser vectores de enfermedades como la fiebre manchada de las montañas Rocallosas, originada por el contagio de bacterias del género Rickettsias; microorganismos que viven en artrópodos, como las garrapatas; ácaros de aspecto desagradable que parasitan a los perros, y son muy frecuentes en el área rural y en zonas marginadas de nuestro país.

Las garrapatas, en su desarrollo, pasan por cuatro etapas (huevo, larva, ninfa y adulto), en cualquiera de las cuales pueden estar infectadas, dado que las hembras transmiten las rickettsias a sus huevecillos (por mecanismo transovarial) y los machos las transfieren mediante sus espermatozoides, durante el acto reproductivo. Una vez infectada, esa garrapata será transmisora de la bacteria durante toda su vida, por lo que, al incrustarse en un perro, la rickettsia podrá pasear libremente entre las personas, ya que uno de sus objetivos es llegar a este animal, que goza de gran aceptación por parte de los humanos: el mejor amigo del hombre, el cual, incluso, suele ser invitado a compartir la cama por niños que ignoran la posibilidad de que su perro pueda estar infestado por garrapatas ocultas en su pelambre, las cuales pueden vivir chupándole lentamente la vida; situación susceptible de extenderse hasta el propio dueño del perro.

Las garrapatas hembras, al madurar y ser fecundadas, buscan un lugar propicio para su reproducción en tierra, zacate o grietas de paredes, hasta que encuentran una víctima de la que se alimentan.

UN CICLO DE VIDA QUE CAUSA LA MUERTE

¿Cómo ocurre esto? La respuesta se encuentra en la forma como las bacterias de la familia Rickettsiaceae trabajan por su subsistencia: son organismos intracelulares tan pequeños que sólo pueden ser vistos con ayuda de un microscopio, cuyo ciclo vital salvaje requiere de infectar a diferentes hospederos (perros, ratas…) y a vectores como pulgas, piojos o garrapatas.

En México, tres de las cuatro más importantes variedades de rickettsias han sido identificadas, entre las cuales sobresale una que se reporta con mayor incidencia y letalidad; se trata de la variedad denominada Rickettsia rickettsii, la cual se puede encontrar en piojos y pulgas, aunque le gusta más vivir y reproducirse dentro de las células de casi todos los órganos de la garrapata café (Rhipicephalus sanguineus) —muy asociada con el perro—, un parásito de distribución generalizada.

Este ácaro, después de establecer contacto con un perro, busca las partes más propicias para alimentarse, como son las orejas y el cuello, en donde se fija perforando la piel, para introducir un apéndice especial que tiene en el centro de su cabeza con unos dientes hacia atrás, de tal forma que, después de encajarse, ya no puede salir; por si fuera poco, refuerza su fijación aplicando un cemento, elaborado con su saliva, alrededor de la herida causada por su incrustación.

Ahora bien, mientras las garrapatas machos chupan poca sangre y permanecen el resto de su vida sobre el perro, en cambio, una hembra, después de aparearse, ingiere sangre de su huésped por un espacio de 24 a 48 horas, por lo cual adopta una forma corporal muy característica: una cabeza chica y una enorme panza, como resultado de haberse abastecido con una gran reserva alimenticia; a continuación, con toda la despensa en su cuerpo, abandona su hogar (el perro), dejándose caer al piso y, entonces, busca un lugar seco, poco higiénico y, de preferencia, con piso de tierra; situación que le es muy propicia para depositar miles de huevos, hasta morir.

Después de, aproximadamente, 21 días, de los huevecillos emergen diminutos seres convertidos en ninfas listas para acomodarse por largo tiempo en los sitios donde suelen echarse los perros: en el zacate del jardín, en las grietas de las paredes de ladrillo o en los muy propicios pisos de tierra, donde se desarrollarán hasta su madurez, cuando las garrapatas adultas serán atraídas por el calor del cuerpo de su próxima víctima —que puede ser perro, rata o persona (sí, son muy democráticas)—, la abordan y, a partir de entonces, cuando sienten hambre, muerden la piel de su hospedero y empiezan a succionar la sangre hasta inflamar sus estómagos a grado tal, que sus intestinos son presionados y las hace evacuar una mezcla de excrementos y miles de rickettsias; como es de esperar, la mordedura origina comezón en el hospedero y, por supuesto, la reacción inmediata es rascarse, con lo cual provoca que sus propias uñas se encarguen de sembrar las bacterias en su piel, iniciando así un nuevo ciclo de vida para la bacteria, pero también de enfermedad y, tal vez, de muerte para su víctima.

Aunque la descrita es, quizá, la forma más convencional de adquirir esta enfermedad, es necesario tener mucho cuidado, pues igualmente se puede contagiar al entrar en contacto con los tejidos y fluidos de la garrapata; asimismo, se han reportado casos de contaminación por transfusiones sanguíneas e, incluso, por aspiración de aerosoles contaminados.

Cuadro clÍNICO DE RICKETTSIOSIS




Además de alimentarse de su sangre, las garrapatas infectan a sus hospederos con Rickettsias, originando su enfermedad y, tal vez, muerte, además de usarlos como vectores para continuar su ciclo.

EL CICLO DE LA ENFERMEDAD


Alrededor de los siete días, los pacientes infectados sufren una fiebre mayor a 38 °C, cefalea (dolor de cabeza) y malestar general, así como otros síntomas inespecíficos que podrían confundirse con una faringitis o catarro común, hasta que es demasiado tarde y aparece en la piel un eritema macular centrípeto (ronchas rojas que se distribuyen del centro a la periferia), lo cual es un mal pronóstico, sobre todo en los niños, y más grave todavía, si estas ronchas se presentan en las palmas de las manos y las plantas de los pies, lo que pronostica una incidencia de muerte, entre 2% y 15% (tabla 1).

En México, este tipo de muerte ha cobrado muchas víctimas por muchos años; uno de los últimos lugares en donde cabalgó en su perro esta bacteria fue Mexicali, ciudad que, además de ser la capital del estado de Baja California, está ubicada en medio de un gran valle agrícola que, como muchas ciudades fronterizas, incluye un cinturón de miseria con múltiples deficiencias de servicios urbanos, así como una gran cantidad de perros callejeros y domésticos (igualmente desatendidos); condiciones que facilitan la presencia de la muerte.

En Los Santorales —zona suburbana constituida por varias colonias con nombres de santos, como Santa Isabel o San Jacinto—, durante la primera embestida de esta epidemia se reportó una incidencia de 1,482 casos sospechosos, entre los cuales, se confirmó la rickettsiosis a 283 pacientes; desafortunadamente, en nueve de ellos, la muerte tuvo éxito.

Como es fácil comprender, esta comunidad se alarmó; sus habitantes entraron en pánico y muchas familias salieron de la zona, llevando consigo sus pertenencias más queridas, ente ellas, sus perros, sin imaginar que huían de la muerte, llevándola a cuestas de su fiel mascota hacia otras colonias de la ciudad. El resultado: en 2010, la muerte por este mecanismo aumentó a 12 vidas.

Ante esta problemática, las autoridades de Salud implementaron medidas preventivas (tabla 2): educación a la comunidad e información específica al personal de salud, acciones que, si bien para 2011 lograron disminuir los casos confirmados a 135, no fue posible evitar que ocurrieran ocho defunciones. Aún peor, en 2012, presenciamos el aumento de su letalidad, pues con sólo 60 casos confirmados de rickettsiosis, hubo que registrar nueve decesos.

Dado el gran éxito que la muerte ha tenido al asociarse al ciclo de vida de las rickettsias, ha decidido quedarse en esta zona y continuar su cabalgata, llevando consigo cada año un buen número de vidas, motivo por el cual se dice que Los Santorales de Mexicali es una zona endémica.

BIBLIOGRAFÍA

1. López, Del P. J., V. K. Abarca, A. T. Azócar 1. (2007). “Evidencia clínica y serológica de rickettsiosis canina en Chile”. Revista Chilena de Infectología, 24(3): 189-193.

2. Barba, E. J. R. (2009). “Fiebre manchada de las Montañas Rocosas en pediatría. Revisión clínica de una serie de 115 casos”. Revista Mexicana de Patología Clínica, 56 (3):193-208.

3. Martínez-Medina, M. A., G. Álvarez-Hernández, J. G. Padilla-Zamudio, M. G. Rojas-Guerra (2007). “Fiebre Manchada de las Montañas Rocosas en niños: consideraciones clínicas y epidemiológicas”. Gaceta Médica Mexicana, 143 (2): 137-140.

4. Navarro, C. A., P. V. Amores, A. C. Romero, N. M. Bartolomé, V. E. Cuesta (2011). “Rickettsiosis variceliforme o virulenta rickettsiosica”. Revista Clínica de Medicina Familiar, 4,(2): 256-258.

Curriculum

 

Rodolfo Alejandro de la Fuente Ruiz es Médico Cirujano, especialista en Medicina Familiar, por la UNAM, Maestro en Educación Ambiental por la UPN y Doctor en Ciencias, por la UABC. Actualmente, es Coordinador de Investigación en la Escuela de Medicina, de la Universidad Xochicalco (CEUX), en Mexicali. C. e.: rodolfo_delafuente_2000@yahoo.com

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