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Marzo-Abril 2013
Hélix
 
 

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

El negacionismo y Bernal Díaz
Existe un tipo de llamada falacia lógica denominada falsa correlación, en la cual se supone que existe una relación causa-efecto entre dos fenómenos que están correlacionados causalmente con un tercer fenómeno, aunque nada tengan que ver entre sí.
Con el término negacionismo, se denomina una tendencia de la cultura contemporánea que pretende obtener algún tipo de beneficio político o económico al negar la veracidad de hechos históricos o científicos bien establecidos.

En el ámbito de las ciencias destaca, por ejemplo, el movimiento que niega la eficacia de las vacunas, o bien, lo que ocurre con quienes niegan la existencia del virus del sida. En las ciencias sociales, y en especial la historia, destacan los que niegan el holocausto nazi, o bien, la llegada del hombre a la Luna en 1969, así como muchos otros ejemplos que siguen una agenda política muy fácil de discernir.

Con estos antecedentes, resulta de gran interés, para quienes estudian los procesos de manipulación deliberada del conocimiento, el caso que ha protagonizado un historiador francés llamado Christian Duvergier, quien ha lanzado la especulación de que el escritor español Bernal Díaz del Castillo no es el autor de ese gran clásico del siglo XVI, que es La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, sino que ésta es obra, nada menos que, del propio Hernán Cortés.1

El argumento básico que esgrime Duvergier es su convicción de que Bernal Díaz era un simple soldado inculto, de origen humilde, y que era un analfabeto incapaz de lograr una creación literaria de la calidad indiscutible de la Verdadera Historia. Asevera también que, por la edad avanzada que supone Duvergier tenía Bernal cuando escribió la obra, le resultaría imposible recordar con tanto detalle acontecimientos que ocurrieron en su lejana juventud.

Estos argumentos resultan ser, por completo, subjetivos y no constituyen evidencia real de que Bernal no haya escrito la obra, sino simples prejuicios del impugnador. De hecho, Bernal Díaz es originario de Medina del Campo, España, que, entonces, era un importante centro comercial ganadero y textil, del que su padre era regidor. Como muchos otros jóvenes del lugar, se educó para ser escribano. Por otro lado, Bernal Díaz redacta su obra durante los últimos 30 años de su vida, por lo que puede situarse su primer manuscrito en 1553.2

Duvergier señala que los primeros datos útiles para certificar la existencia de Díaz del Castillo provienen del Archivo de Indias, concretamente, de 1544; sin embargo, lo cierto es que hay una encomienda de indios a su favor dada por Hernán Cortés, fechada en 1522, así como muchos otros testimonios de su carrera.3

Desde luego, la mejor evidencia de la autoría de Bernal es su estilo, el cual difiere, por supuesto, del de Cortés, manifiesto en sus Cartas de Relación a Carlos I.

Duvergier hace caso omiso de testimonios contemporáneos de Bernal Díaz, como el de Alfonso de Zorita, oidor de Guatemala de 1553 a 1557, quien señala haber oído de labios de Bernal —quien le mostró sus escritos— que tenía ya redactada parte de su Historia; al igual que fray Juan de Torquemada, quien, en su Monarquía Indiana, asevera haber conocido a Bernal en Guatemala y estar al tanto de que escribía acerca de la Conquista.5 Incluso, ha respondido de manera airada a historiadores como Guillermo Serés, de la Universidad de Barcelona,4 y el mexicano Miguel León Portilla5 —ambos, autores de ediciones comentadas, muy críticas por cierto, de la obra de Bernal—, sin aportar evidencia sólida, en especial, pruebas de que en algún lugar haya existido un manuscrito de Hernán Cortés con el contenido de la Verdadera Historia.

Es notable, también, cómo Duvergier acude a las explicaciones ad hoc para justificar, por ejemplo, las descripciones que hace Bernal de hechos que él sólo atestiguó, como son los ocurridos en las expediciones de Hernández de Córdoba y las de Grijalva a México que antecedieron a la de Cortés. Éstas las adjudica a la enorme inteligencia que supone en Cortés, cuando éste se propuso escribir una historia de la Conquista, la cual intentaba atribuir a la autoría de alguien más.

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