A mediados del siglo XX, la transformación de la vida rural en urbana proyectó el transporte de alimentos, permitiendo, además, mantener un buen estado en su conservación. Surgieron después los supermercados o tiendas de autoservicio, donde los alimentos no pueden ser manipulados individualmente desde los contenedores para su envío y se requieren nuevos envases; es entonces cuando aparece el procedimiento que consistió en unir pequeñas moléculas para formar otras más grandes y pesadas comparables a las de resinas vegetales, generando así el mundo de las resinas sintéticas conocidas como plásticos o polímeros (PET, PS, PP, PVC), con las ventajas de: ligereza, versatilidad en la forma, facilidad de impresión, buena inercia química, resistencia mecánica adecuada y, también, desventajas como: permeabilidad al paso de gases, aromas y migración de componentes menores (monómeros y aditivos) del plástico al alimento.
Los disruptores endocrinos (DES) son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal y ocasionar severos daños a la salud (cuadro 1); por ello, el propósito de este artículo es dar a conocer los efectos que pueden causar en el organismo humano y, además, proporcionar algunas sugerencias sobre la forma de evitar la exposición a estos contaminantes presentes en envases plásticos y tetrapak, utilizados para almacenar la comida rápida.
Los
bisfenoles y sus derivados son utilizados para aportar dureza a los envases, y los
ftalatos —derivados del ácido ftálico— para proporcionarles flexibilidad. Éstas son sustancias químicas (DES), compuestos que interfieren en la producción, liberación, transporte, metabolismo, unión, acción o eliminación de hormonas naturales responsables del mantenimiento de homeostasis y la regulación de procesos de desarrollo que, bajo determinadas condiciones, pueden liberar cantidades extremadamente pequeñas de los compuestos con los cuales se fabrican. Tales sustancias están en casi todos los materiales poliméricos y se pueden liberar por acción del calor o polimerización incompleta del barniz, con lo cual provocan alteración química, degradación y migración de estos contaminantes desde la pared del envase hasta el alimento que contienen, dañando drásticamente el cuerpo humano y el medio ambiente.
1 El bisfenol A (BPA) tiene cierto parecido estructural con el estradiol —una de las principales hormonas femeninas— y, debido a tal similitud, puede suplantar a las hormonas naturales, bloquear su acción y/o alterar sus niveles (figura 1).
Los bisfenoles y ftalatos pueden encontrarse en recipientes plásticos como: biberones, chupones, mordederas, envases alimentarios, recubrimientos de latas para conservas, espermicida de preservativos, empastes dentales, materiales relacionados con uso sanitario (detergentes, filtros solares), materiales ortopédicos, tintes, pinturas, bolsas esterilizadas, juguetes y artículos de puericultura, dispositivos médicos (tubos endotraqueales y torácicos, líneas para la administración de nutrición enteral, equipos de infusión intravenosa), cosméticos, productos de higiene femenina, etc.; todas ellas sustancias DES muy activas utilizadas en grandes cantidades en productos plásticos fabricados con policarbonato —como estabilizantes para la elaboración de envases para el uso común en industria alimentaria y en el hogar— debido a su versatilidad y bajo costo. Diversos estudios de investigación confirman el peligro de su uso en humanos, el cual se deriva de la migración de monómeros y aditivos plásticos hacia los alimentos.
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Es en la etapa de desarrollo embrión-feto, infancia y embarazo, basados en la práctica en modelos animales experimentales y fauna salvaje, donde las investigaciones son lo suficientemente concluyentes como para sugerir que el efecto disruptor es mucho más marcado en alguna de estas fases.8
No existe información toxicológica sobre la mayoría de estas sustancias químicas y se desconocen los efectos sobre la salud ocasionados por DES; tampoco se sabe si existen límites de exposición sin efecto y su periodo de latencia se estima en décadas. Suele ocurrir que sustancias diferentes ocasionen los mismos efectos, o bien, que una misma llegue a causar efectos diferentes; sin duda, el momento de exposición es crucial, se trata de contaminantes ubicuos; muchos, persistentes y bioacumulativos.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) acepta la carcinogenicidad de algunos DES, desde 2008, y los clasifica como “posiblemente cancerígeno para seres humanos”. El marco legal para la Unión Europea señala que los materiales y objetos plásticos no cederán sus constituyentes a los simulantes alimentarios en cantidades superiores a 10/mg de los liberados/dm
2 de superficie de contacto.
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Los datos científicos más recientes revelan que la población mundial está expuesta a DES y a los riesgos que conllevan. Según un informe emitido en el año 2013, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) seguirán colaborando en conjunto con sus asociados para establecer las prioridades en la investigación de DES y sus repercusiones en la salud humana para la protección de las generaciones futuras.