Humanidad y Naturaleza:
Una Mirada Desde la Complejidad


Humanidad y Naturaleza:
Una Mirada Desde la Complejidad
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El presente texto invita a reflexionar sobre la relación que existe entre la ciencia clásica y la muy novedosa ciencia de la complejidad. Se muestra los principios en los que se edifica cada una de ellas, con el fin de mostrar por qué la última ofrece mejores posibilidades para comprender y explicar los fenómenos de la actual crisis ecológica.

La mirada que el hombre ha hecho históricamente de la naturaleza corresponde más a un enfoque estratégico de dominación y explotación de recursos.

         El artículo inicia con una mirada epistemológica en torno al enfoque estratégico de las ciencias frente la naturaleza para, finalmente, contrastarla con la propuesta de la ciencia de la complejidad y el objetivo de afrontar la conflictiva situación hombre–naturaleza (figura 1).
          Cambiar la mirada de un mundo lineal, continuo o tradicional a un mundo no lineal, discreto o complejo, obedece más a una razón estratégica, dado que ambas intentan explicar la dinámica del mundo fundado en una perspectiva física y biológica —explicación natural y, en perspectiva, social— explicación humana. Bajo este enfoque, surgen las siguientes preguntas que intentaremos resolver: ¿El análisis natural nos ofrece mejores garantías que el social para comprender la evolución del mundo? ¿Por qué? En términos estratégicos, ¿porque sería mejor? ¿Por qué no estudiar más lo social? ¿Tanto el físico como el biológico son conocimientos que explican un mundo verdadero? ¿Por qué el mundo social es imperfecto? Si el mundo social está formado de imperfecciones y se nutre tanto del mundo físico como del biológico, entonces ¿sería válido decir que ambos son imperfectos? En última instancia planteamos: ¿es posible pensar que el mundo no social es más cooperante que el social? ¿Existe algo que no hemos explorado en lo social, como sí se ha explorado el mundo de lo físico y biológico? ¿Por qué el mundo social es tipificado como el mal de todos los males?
          Todas estas preguntas tienen un hilo conductor común: relación hombre y naturaleza, y son abordadas en este escrito desde dos posturas: la visión de la ciencia clásica o normal y la de la complejidad; dos vertientes contradictorias que ofrecen explicaciones para comprender la dinámica del mundo. Decir cuál es la mejor corresponde a la posición ideológica de una escuela de pensamiento, persona o gobierno; en última instancia, es cuestión de estrategia.

Desde la época antigua, pasando por el Medioevo hasta la Modernidad, el enfoque de los sistemas políticos, económicos y sociales se caracteriza por la construcción de un hombre antropológico, antropocéntrico y antropomórfico; es decir, la llamada ciencia clásica ha asumido como eje central del universo a la humanidad (o al hombre, como se decía antes), desconociendo otras dimensiones iguales o más importantes. Este enfoque ha demostrado ser limitado y cerrado al considerar la naturaleza como un elemento externo de la esfera humana, el cual resulta limitado y es sólo un medio para satisfacer y alcanzar propósitos de acumulación material social.
          Esta visión egoísta, individualista y dibujada por normas de control social y económico, ha generado conflictos entre las dimensiones humanidad y naturaleza.

En la ciencia clásica la forma de estudiar un problema es someterlo a modelos de pensamiento cargados de supuestos que intenten condicionar el resultado a un propósito determinado. En otras palabras, es quitarle grados de libertad al conocimiento, lo cual limita el comportamiento del sujeto cognoscente.
Por tanto, la ciencia clásica —también llamada ciencia normal— en su construcción se fundamentó en los principios de causalidad, determinismo y linealidad.1 Es decir, esta ciencia se interesa por el estudio de lo real —enfoque positivista— que, en muchos casos, se torna reduccionista al intentar explicar los fenómenos desde una perspectiva cerrada. Este pensamiento lineal de las explicaciones del mundo real, nace de la sociedad burguesa del siglo XVIII, concebido como un sistema cerrado—tal es el caso de la economía—, el cual hoy se constituye como un pensamiento hegemónico actual, pero susceptible a reevaluarse (figura 2).

Hablar de ciencias de la complejidad es remontarse a la segunda mitad del siglo XX, y me refiero a una corriente de pensamiento desarrollada para ofrecer explicaciones sobre los comportamientos del mundo, incluidos los sistemas físicos, biológicos y sociales. Su esencia radica en explicar que dichos sistemas se comportan mejor si están dotados de más grados de libertad; lo que equivale a hacer que el sistema opere sin controles y restricciones; pues éste debe evolucionar libremente para, a partir de allí, estudiar su comportamiento; lo cual equivale a concentrarse en lo que hace (el sistema), no lo que es; en otras palabras, nos interesa estudiar en los sistemas complejos todo lo que es posible hallar en ellos, lo cual no está sometido a reglas de control, ni a restricciones y requiere hacerse desde el terreno de la probabilidad y, a partir de ello, se enuncia que, en la evolución de un suceso o evento, se desconoce su dirección o comportamiento.2 Desde esta perspectiva, la ciencia de la complejidad se opone a los principios y categorías de la ciencia clásica, y resalta para tal fin las siguientes categorías:

La mirada de un analista de lo complejo es holística al incorporar el estudio de los sistemas físicos, biológicos y sociales. Además, le interesan las relaciones entre estos sistemas y los elementos del sistema a fin de comprender el comportamiento de cada uno de ellos en un mundo de permanente evolución.

No linealidad: ganar información, no memoria; ejemplo: Bit, K, Mega, Giga, Fento, Tera.

Leyes de potencia

Evolución

Imposibilidad de control

Adaptación/aprovechamiento de lo incontrolable

Percolación–filtrado masivo. Los analistas de lo complejo no atacan el sistema a través de la fuerza, lo conveniente es penetrar el sistema y luego generar el caos (figura 3).

          Cuando se habla de complejidad, se hace referencia a movimientos súbitos, imprevistos, no controlados e irreversibles; es una filosofía del movimiento en permanente evolución. No se asocia a movimientos psíquicos o repetidos, por tanto, el interés se concentra en estudiar movimientos que son caracterizados por la ausencia de control y la no resistencia; esto significa entender los movimientos con grados de libertad.
          La ciencia de la complejidad se apoya en los sistemas biológicos para estudiar los seres vivos, los cuales tienen la característica de procesar información —metabolización— de forma cooperante y ordenada. A diferencia de los sistemas sociales en los que sus estructuras organizativas funcionan, por lo general, bajo esquemas no cooperantes, condicionados por estructuras de poder que imponen control y restringen los movimientos de libertad3 (figura 4).

Los sistemas biológicos y ecológicos funcionan con movimientos que se caracterizan por la indeterminación y cooperación.

Conclusiones   

Como se ha señalado, se cuenta con tres sistemas a la hora de estudiar la complejidad frente a la relación hombre-naturaleza, a saber: sistemas físicos, sistemas biológicos y sistemas sociales humanos. Los de mayor complejidad son los físicos y biológicos; es decir, aquellos que se asocian con el mundo natural, mientras que los sistemas sociales humanos son de menor complejidad y se unen al mundo humano. Así, se ha expuesto que los sistemas correspondientes al mundo natural —naturaleza— son organizaciones que presentan características de sistemas abiertos, por lo que son indeterministas y no lineales; es decir, son sistemas aleatorios. Además, son cooperantes y autoorganizativos.
          Los sistemas sociales humanos son estructuras organizativas que actúan, por lo general, bajo esquemas poco cooperantes, condicionados por estructuras de poder que imponen control y limitan movimientos de libertad, lo cual hace evidente la contradicción entre el mundo humano y el natural; contrasentido que se manifiesta en las señales de dominación de un sistema social controlador no sólo de la naturaleza, sino del mismo hombre con esquemas de autoridad y subordinación.
          De esta forma, se infiere que los sistemas sociales humanos deben replantear los modelos de organización social, económicos y políticos, tendentes a ajustarse a los sistemas biológicos que ofrecen esquemas mucho más eficaces y estratégicos (figura 5).

No siempre la mejor decisión en los sistemas sociales humanos es interrumpir los sistemas biológicos y ecológicos; es posible una articulación entre los sistemas y que ello favorezca la evolución de ambos.

Rubén Darío Sepúlveda Vargas

Es Profesor Titular en la Universidad Pontificia Bolivariana Montería, Colombia. Es economista, Magister en Economía y, actualmente, es candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia. El presente texto es producto de una investigación del curso “Complejidad y ciencias sociales”, del doctorado. C. e: ruben.sepulveda@upb.edu.co

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