El autismo y los dispositivos
electrónicos


El autismo y los dispositivos
electrónicos
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El autismo es un trastorno en el desarrollo infantil que se manifiesta como un amplio espectro de alteraciones en el comportamiento de niños, que inicia entre los dos y tres años de edad, y se conoce también como Trastorno del Espectro Autista o TEA, de acuerdo con el Quinto Manual de Diagnóstico y Estadística de los Desórdenes Mentales (DSM-5).1 A pesar del amplio espectro, en estos niños se puede observar tres patrones de conducta relevantes. El primero: aislamiento social, propicia que los niños no convivan con sus familiares, hermanos o con otros niños; se encuentran aislados en su propio mundo, como si nada ocurriera a su alrededor. El segundo, induce alteraciones en el lenguaje, ya que quienes lo padecen presentan dificultades en el lenguaje hablado. El tercero propicia alteraciones en los movimientos corporales o que éstos sean repetidos, como el hacer girar las ruedas de un carrito de juguete por un tiempo prolongado, por ejemplo.

A pesar de que estas conductas fueron descritas por primera vez por el Dr. Paul Eugen Bleuler en niños diagnosticados como esquizofrénicos, en 1912, fue hasta 1943 que el Dr. Leo Kanner hizo una descripción detallada de varios niños con el trastorno y lo clasificó como una manifestación distinta de la esquizofrenia.2 En uno de los niños atendidos por el Dr. Kanner, se describió poco interés por los dulces, problemas con la alimentación, memoria destacada para aprender caras, nombres, números y casas de la calle, aislamiento al momento de hablarle o de intentar relacionarlo con otros niños, entre otras manifestaciones. A partir de ese año, la comunidad internacional poco a poco empezó a interesarse en el problema, dada la cantidad de niños que habían sido observados con alteraciones similares en esos patrones de conducta. 

     El interés y aprendizaje del trastorno fueron tales que, para 1975, se decía que uno de cada 5,000 niños era autista, cifra que a la fecha se ha modificado hasta llegar a uno de cada 68 niños, lo que constituye un verdadero problema social, pues esta proporción parece ser similar en todo el mundo, por lo que el día 2 de abril ha sido considerado el día azul, para la concienciación del autismo.
     La cantidad de niños diagnosticados como autistas ha aumentado, fundamentalmente, porque se ha mejorado las técnicas de diagnóstico. Por ser el autismo una alteración de la conducta, su diagnóstico se hace exclusivamente mediante la observación de la conducta de los niños de los cuales se sospecha que están en el espectro.3 No existe a la fecha estudio clínico alguno de laboratorio que permita confirmar el espectro autista, por lo que la observación conductual sigue siendo la mejor herramienta; no obstante, sabemos que el problema va más allá de la sola conducta, ya que de todos los niños autistas detectados, 25% son niñas y 75%, niños. La razón de la preponderancia de niñas se desconoce hasta el momento, pero implica que existen diferencias fisiológicas que apenas se está empezando a entender.4


En esta era digital que vivimos, existe ya una amplia integración de la sociedad al uso de herramientas digitales como computadoras, teléfonos inteligentes, tabletas y juegos de video y, con ello, dispositivos con la capacidad de conectarse a internet, están modificando la forma en que nos incorporamos a la vida diaria. En adición, las diferentes aplicaciones nos permiten realizar una infinidad de tareas, entre ellas, la capacidad de mantener contacto con personas que físicamente se encuentran alejadas de nosotros. Paralelamente la socialización a distancia a través de medios como redes sociales nos permite tener información inmediata específica para la cual nos suscribimos. En contraposición, la falta de socialización tradicional en niños con autismo es una de las principales manifestaciones; por ello, en nuestro grupo de trabajo, consideramos indispensable proponernos conocer si en ellos habría alguna manifestación social utilizando dispositivos electrónicos; idea planteada, fundamentalmente, por la alta afinidad que los niños con autismo muestran al entrar en contacto con cualquier pantalla electrónica.

En un primer acercamiento, mostramos que los niños con autismo, expuestos a un programa controlado de deportes virtuales, adquieren habilidades motoras elaboradas e incrementan su función cognitiva y socialización.5 Para llegar a esta aseveración, sometimos a un grupo de niños de ambos sexos con autismo a un plan diseñado para una estimulación virtual controlada, utilizando la consola comercial Wii (Nintendo Co) y su programa de Deportes (Wii Sports).
     Los niños se enfrentaron al reto del juego durante 50 semanas, divididas en cuatro fases. En la primera, se entrenaron para aprender el uso de la consola y el control remoto o mando, siguiendo las instrucciones del avatar en la pantalla; lo cual lograron en un periodo de cinco semanas (10 sesiones de 20 minutos, dos por semana). La segunda fase fue el juego competitivo entre el niño y el investigador, competencia que se registró en un periodo de 15 semanas. La tercera —de otras 15 semanas— consistió en la competencia entre los mismos niños (socialización). Y la cuarta, también de 15 semanas, consistió en enfrentar a los niños a los juegos reales.
     El interés por lo que sucedía en la pantalla se despertó en la mayoría de los niños a partir de la segunda semana y, paulatinamente, todos los participantes establecieron contacto visual e interés, tanto por los eventos en la pantalla, como para el inicio de la imitación de los movimientos del avatar.
     A partir de la imitación de estos movimientos, empezó a destacarse una diferencia de género: las niñas aprendían más rápido que los niños; la imitación desencadenó una conducta importante que se encuentra reducida en niños con autismo: la acción de copiar los movimientos. Pero, a pesar de que los niños tenían dificultades al empezar a imitar movimientos, adquirieron correctamente la habilidad con el paso del tiempo.
     El uso correcto del mando en su mano impuso una dificultad mayor, sobre todo a los niños. El juego se controla con dos botones, el A que se encuentra enfrente y, por lo tanto, a la vista, y el B que se ubica en la parte trasera del control y no es visible mientras se juega. Entre las pruebas 5 y 7, las niñas aprendieron a usar ambos botones, mientras que los niños —en el mismo periodo— sólo aprendieron a usar el botón A y, hasta la sesión 10, aprendieron a usar el botón B. Esta situación refleja una baja percepción espacial con los dedos de la mano, lo cual denota baja habilidad para localizar objetos fuera de la vista. Pero, con el paso del tiempo, los niños también fueron capaces de adquirir esta habilidad, lo cual indica que adquirieron una mejor percepción de su entorno.
     Con el paso del tiempo y de las diferentes fases, todos los participantes desarrollaron mayores capacidades, como la de aprender a acertar en el blanco; además, empezaron a identificar los deportes, a obtener puntajes en los resultados, y sobre todo, lograron seguir las reglas del juego. Todo esto nos llevó a concluir que estaban siendo conscientes de lo sucedido en la pantalla y, por consiguiente, seguían aprendiendo.
     A partir de estas observaciones, propusimos que la ejecución de movimientos continuos, como los realizados con un deporte virtual, incrementa las habilidades para el aprendizaje en niños con autismo. Propuesta que se reforzó cuando observamos que los niños no sólo empezaban a jugar, sino que también asumían una conducta de espectadores al observar a sus compañeros jugar, pues emitían sonidos e, incluso, aplaudían cuando un compañero jugaba acertadamente. Esto, por supuesto, nos llevó a un nuevo plano: la socialización entre ellos a partir de compartir un deporte virtual y expresar emociones conjuntas; lo cual, sin duda, emitía mensajes de que estaban iniciando un proceso de socialización.
     Todos estos estudios nos permiten concluir que el uso controlado de deportes en video es un procedimiento acertado para potenciar las habilidades de niños con autismo. Las diferencias en tiempo en el aprendizaje de los deportes, cuando en la primera etapa las niñas aprendieron más rápido que los niños, nos dan un indicio de que hay una diferencia de género en este trastorno del desarrollo. Sin embargo, ambos sexos obtienen los mismos resultados en el largo plazo; no obstante, es importante considerar que esta diferencia debe ser estudiada con más detalle en investigaciones futuras. Por supuesto, estos resultados nos llevan a plantear que el uso de esta tecnología puede ser útil para estimular otras áreas de habilidad para los niños dentro del espectro autista.

Jorge Manzo Denes

Es Doctor en Ciencias Fisiológicas por la UNAM e Investigador Titular “C”, en el Centro de Investigaciones Cerebrales de la Universidad Veracruzana. Es miembro del SNI (II), así como de la Academia Mexicana de Ciencias. Fue Coordinador de Maestría y Doctorado en Neuroetología y es Profesor de base en el Doctorado en Investigaciones Cerebrales. Su objeto de estudio está relacionado con la participación del cerebelo en el desarrollo de alteraciones neurales, fundamentalmente, sobre la neurobiología del autismo.

Celia Nohemí Crespo Cortés

Es egresada del Doctorado en Investigaciones Cerebrales, de la Universidad Veracruzana y es alumna del Dr. Manzo. El presente trabajo se basó en su tesis de doctorado.

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