La interferencia es un fenómeno físico inherente a la propagación de energía mediante ondas. Si dos o más ondas coinciden en una posición del espacio sus efectos pueden sumarse (interferencia constructiva), o bien, cancelarse (interferencia destructiva). En el caso de la luz –una onda electromagnética–, este fenómeno genera un patrón de regiones brillantes alternado con regiones oscuras, conocido como patrón de interferencia, el cual contiene información de las propiedades de la fuente que emitió la luz.
Quizás el ejemplo más emblemático de un patrón de interferencia es el experimento de doble rendija realizado por el físico Thomas Young en 1801, el cual consistió en enviar un haz de luz hacia una pantalla con dos perforaciones. La luz que pasa por estas perforaciones se proyecta sobre una segunda pantalla. La separación entre las regiones brillantes en el patrón observado en esta pantalla permite inferir la longitud de onda de la luz. Al análisis de las características de los patrones de interferencia se le conoce como interferometría (ver figura 1).

En el caso astronómico, la luz de objetos distantes sigue caminos ligeramente distintos al reflejarse sobre los diferentes componentes ópticos de un telescopio, y genera un patrón de interferencia en el punto focal, el cual está relacionado con el máximo nivel de detalle (o resolución angular) que un telescopio puede resolver. Entre mayor sea el diámetro de la superficie reflectora, la resolución angular y la sensibilidad de las imágenes será mejor, he aquí la motivación para realizar observaciones con telescopios de gran tamaño; sin embargo, nuestro nivel tecnológico sólo nos permite la construcción de radiotelescopios de algunos cientos de metros y de algunas decenas de metros para telescopios ópticos, infrarrojos, milimétricos y submilimétricos.
Con el propósito de sobrepasar este límite, se emplea un arreglo interferométrico, el cual consiste en un conjunto de telescopios que observan de forma simultánea un objeto astronómico. Las señales detectadas por este arreglo se pueden combinar para obtener una resolución angular que corresponde a una superficie reflectora cuyo diámetro tiene el valor de la distancia entre los dos telescopios más separados entre sí. A esta distancia se le conoce como línea de base. Esta técnica requiere de un correlador conectado a la salida de los detectores de cada telescopio para combinar la información de ambos en una sola observación. El correlador compara ambas señales y determina el retraso temporal (o diferencia de fase) entre ellas. A la combinación de la amplitud de la correlación y el retraso temporal se le denomina visibilidad. La reconstrucción de la imagen del objeto astronómico se realiza a partir de la orientación de la línea de base y de la visibilidad. Los interferómetros modernos como el Jansky Very Large Array (JVLA) o el Atacama Large Millimeter Array (ALMA) pueden modificar el tamaño de sus líneas de base y aprovechar la rotación de la Tierra para adecuarse a diversos objetivos científicos y optimizar la sensibilidad de sus observaciones a las escalas físicas relevantes.