
El mayor reservorio de nitrógeno de nuestro planeta se encuentra en la atmósfera; alrededor de 80% de la composición del aire corresponde a este elemento, pero las plantas no pueden asimilarlo cuando éste se encuentra en estado gaseoso. Las plantas terrestres obtienen el nitrógeno del suelo, donde debe estar bajo la forma de nitrato o amonio para poder ser captado por las raíces.
La concentración de estas formas de nitrógeno en el suelo depende principalmente de bacterias que lo capturan desde el aire y lo procesan para transformarlo en nitratos. Otra fracción del nitrógeno presente en el suelo proviene de microbios que degradan materia orgánica muerta y lo liberan como amoniaco o nitratos; sin embargo, la actividad de estos organismos fijadores de nitrógeno está fuertemente vinculada con el clima4 y, sobre esta cuestión, se ha indicado que las mayores temperaturas esperadas en escenarios de cambio climático pueden acelerar el metabolismo de estos organismos, conduciendo a incrementos de la cantidad de nitrógeno en el suelo.

De manera opuesta, en regiones donde ocurrirán reducciones en la precipitación, se predice que habrá disminuciones en la cantidad de nitrógeno del suelo, porque los organismos mencionados se verán afectados negativamente por la falta de agua. En el caso de México, donde es esperable tener aumentos de temperatura y disminuciones en la precipitación pluvial, aún se desconoce cómo el cambio climático afectará las concentraciones de nitrógeno en los ecosistemas forestales, a cuyas economías locales aportan vitalidad.
En los árboles, la mayor parte del nitrógeno se encuentra en las hojas y está directamente asociado a las moléculas orgánicas involucradas en la fotosíntesis. Cuando los árboles crecen en ambientes con baja disponibilidad de nitrógeno, su capacidad para sintetizar estas moléculas se reduce y, en consecuencia, disminuye su eficiencia para fijar carbono. Estos árboles presentan menores tasas de crecimiento en comparación con los que viven en ambientes ricos en nitrógeno; en casos extremos, llegan a morir por deficiencias nutricionales.
Como en todas las especies, los primeros estados de vida de los árboles —denominados plántulas— son muy susceptibles a la mortalidad al crecer bajo condiciones inadecuadas para su desarrollo. Por ello, la supervivencia de las plántulas es fundamental para sustentar la regeneración natural de los bosques. De esta manera, si los cambios climáticos que se esperan en México reducen la disponibilidad de nitrógeno para las plántulas de árboles, podríamos pronosticar disminuciones en las tasas de regeneración natural de los bosques.