
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), México tiene —en su superficie continental total— alrededor de 70% de vegetación forestal, equivalente a 138 millones de hectáreas en las que se encuentran 30 mil especies de flora y fauna, aproximadamente; de hecho, el capital forestal enfrenta una amenaza por la pérdida y degradación de zonas boscosas. En 2012, los costos económicos por el agotamiento de los recursos forestales —lo que incluye pérdidas debido al aprovechamiento forestal, deforestación e incendios forestales— sumaron más de 14 mil millones de pesos, es decir, aproximadamente 0.1% del PIB;6 cifra casi dos veces mayor que el valor de la producción maderable nacional, en 2012, calculada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en 7 mil 113 millones de pesos. Aun con la riqueza forestal, los volúmenes de producción maderable han ido disminuyendo durante el periodo 2003-2012, prácticamente, de forma constante, iniciando con 7 millones de metros cúbicos/rollo (m3r), en 2003, y finalizando, en 2012, con 5.9 millones de m3r (lo que representa un incremento de 7.4% en relación con el año anterior). Adicionalmente, en los años 2010 y 2011 se registraron las más bajas producciones del periodo, ya que se obtuvo un volumen de 5.6 y 5.5 millones de m3r, respectivamente (lo que representa una disminución de 3.1% y 2.2% respecto del año anterior).7
De acuerdo con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), 64% de los suelos de México presentan problemas de degradación en diferentes niveles, que van de ligera a extrema. Sólo 26% del territorio nacional cuenta con suelos que mantienen sus actividades productivas sustentables sin degradación aparente.8 Alrededor de 56% de las áreas naturales protegidas del país carece de un programa de manejo publicado y, en 25% de ellas, es necesaria una revisión para confirmar su estado de protección, pues se han enfrentado a la degradación de suelos.
México ha desarrollado varios sistemas de política y administración en materia de bosques y cambio climático, como la conservación y el manejo forestal sustentable a través de diversos programas que han ayudado a reducir la deforestación y la degradación de ecosistemas, además de promover su conservación de forma continua. Entre estos mecanismos resultantes de los esfuerzos globales de mitigación, surge el mecanismo REDD+ (reducción de emisiones por deforestación y por degradación forestal), bajo la Con-vención Marco de Naciones Unidas para el Cambio
Climático (CMNUCC), mecanismo que busca desacelerar, frenar y revertir la pérdida de áreas forestales y de carbono, mediante el manejo sostenible de bosques, así como la conservación y el aumento de sus existencias de carbono.9 Por lo anterior, es necesario desarrollar un mecanismo que diversifique sustentablemente el potencial de bosques para el beneficio y reforzamiento de mayores sectores nacionales.
Se ha propuesto varios proyectos para instalar biorrefinerías y aprovechar los desechos sólidos que la Ciudad de México no utiliza; uno de ellos es aprovechar las ocho mil toneladas de basura orgánica que se recolectan en un solo día en esta ciudad; cantidad que podría generar energía suficiente para abastecer de electricidad a casi 40 mil casas habitación durante dos meses.
El cierre del relleno sanitario del Bordo Poniente puede ser una gran oportunidad para que los desechos den un giro de 180 grados, convirtiendo el problema en una solución para los habitantes de la capital. Con una biorrefinería en el Bordo Poniente se podría generar biohidrógeno y metano, útiles para producir energía eléctrica o directamente para estufas de gas, además de fertilizantes que permitan aumentar los rendimientos agrícolas.
La factibilidad económica de esta propuesta implica acoplar procesos de producción de biocombustibles con otros bioproductos de alto valor agregado. En el caso de México, las opciones de proceso son tan amplias que resulta necesario promover mercados locales en el marco de una estrategia nacional. Ejemplos de los sitios en los que se ha aplicado este tipo de estrategia son: Estados Unidos, Europa, Canadá y Japón, países para los que se está planteando horizontes de, al menos, 10 años en el área energética.10
Nerixis es un proyecto multidisciplinario nacido en la Unidad de Ingeniería Avanzada del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), Guadalajara, en 2008. Entre cuyos objetivos se prevé desarrollar conceptos de biorrefinerías a escalas de producción afines al ámbito agrícola nacional (100 a 600 ton de materia prima base seca (BS)/día) con productos como biocombustibles (bioetanol, biogás y biohidrógeno) y biomateriales derivados de residuos agrícolas y lignina residual, así como cero emisiones de carbono y consumo mínimo de agua en la producción. Este proyecto está dividido en tres etapas, la última de las cuales concluirá en 2017. En la segunda etapa (2011-2014), se ha conceptualizado la biorrefinería con una escala de 100 ton/BS, con lo que se planea la co-producción de bioetanol, biogás y biohidrógeno como biocombustibles, así como el aprovechamiento de la lignina residual.11