La habilidad clave del ser humano ha sido el uso del razonamiento y de una segunda innovación evolutiva: la capacidad de aprender unos de otros, de manera cualitativamente distinta, mediante la aparición y el uso del lenguaje. Junto con el rápido incremento en el tamaño del cerebro humano, durante los últimos 500,000 años, observamos también el desarrollo de técnicas y productos de naturaleza cultural, como la cocción de los alimentos, la confección de armas y herramientas de trabajo que actuaron como presiones selectivas en huesos, músculos, dentadura y aparato digestivo. Es decir, son elementos culturales que actuaron sobre la biología de la especie humana.
El mismo Charles Darwin, en 1871, en su obra El origen del hombre, propone que el descubrimiento del fuego es, probablemente, el más grande logro alcanzado por nuestra estirpe, con excepción del lenguaje.
Para comprender mejor las estructuras cerebrales humanas en su contexto evolutivo, en la década de los años sesentas, el neurocientífico Paul MacLean propuso la teoría del cerebro triuno, la cual sostiene que el cerebro puede dividirse en tres estructuras principales, según la complejidad de sus funciones:2
- El cerebro instintivo o reptiliano, que cubre la función de asegurar nuestra supervivencia.
- El cerebro límbico o mamífero, donde se originan las emociones y se procesa experiencias presentes y pasadas como agradable y desagradable.
- El cerebro cognitivo-ejecutivo nos hace humanos con todas las capacidades que ostentamos en la actualidad. Este desarrollo pareciera ser el más alto en el Homo sapiens, desde hace —por lo menos— 150,000 años, aunque su génesis es, probablemente, muy anterior (tal vez estuvo bien desarrollada en antecesores de hombres modernos: neandertales y denisovans, quienes divergieron hace más de 600,000 años). Esta es la parte del cerebro responsable del pensamiento avanzado, el razonamiento, el lenguaje y la capacidad hacer predicciones complejas sobre el futuro.3