Genética
y comportamiento humano


Genética
y comportamiento humano
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A partir de los avances en genómica impulsados por el proyecto genoma humano, la cantidad de información genética de la que actualmente se dispone aumenta exponencialmente día con día. Además del avance significativo sobre el conocimiento de las bases moleculares de distintas enfermedades, también ha cobrado renovado ímpetu el análisis de los factores genéticos que sustentan diferencias individuales en cuanto a temperamento, capacidades cognitivas y psicopatologías. En tal sentido, se verá fuertemente energizada la genética del comportamiento.1

Como especie, los seres humanos hemos alcanzado un enorme éxito: somos la única especie que habita casi todos los entornos del planeta, lo cual le ha exigido una serie de adaptaciones específicas, tanto de tipo biológico como cultural. Es evidente que estas adaptaciones ocurrieron asociadas a su creciente capacidad intelectual, como se observa en registros fósiles que permiten ver el desarrollo de cerebros más grandes. Además, este proceso evolutivo tiene lugar en lo que se conoce como el nicho cognitivo; se trata de una co-evolución biológica y cultural, en la que los propios grupos de homínidos van creando condiciones a partir de las cuales toman ventaja los individuos con base en una mayor inteligencia y un comportamiento social complejo. En este contexto, debemos entender que muchas de las capacidades cognitivas y pautas conductuales de los humanos son innatas, ya que han sido moduladas por la selección natural, de manera que han podido resolver problemas adaptativos a los cuales se han tenido que enfrentar a lo largo de la historia.

La habilidad clave del ser humano ha sido el uso del razonamiento y de una segunda innovación evolutiva: la capacidad de aprender unos de otros, de manera cualitativamente distinta, mediante la aparición y el uso del lenguaje. Junto con el rápido incremento en el tamaño del cerebro humano, durante los últimos 500,000 años, observamos también el desarrollo de técnicas y productos de naturaleza cultural, como la cocción de los alimentos, la confección de armas y herramientas de trabajo que actuaron como presiones selectivas en huesos, músculos, dentadura y aparato digestivo. Es decir, son elementos culturales que actuaron sobre la biología de la especie humana.
     El mismo Charles Darwin, en 1871, en su obra El origen del hombre, propone que el descubrimiento del fuego es, probablemente, el más grande logro alcanzado por nuestra estirpe, con excepción del lenguaje.
     Para comprender mejor las estructuras cerebrales humanas en su contexto evolutivo, en la década de los años sesentas, el neurocientífico Paul MacLean propuso la teoría del cerebro triuno, la cual sostiene que el cerebro puede dividirse en tres estructuras principales, según la complejidad de sus funciones:2

  1. El cerebro instintivo o reptiliano, que cubre la función de asegurar nuestra supervivencia.
  2. El cerebro límbico o mamífero, donde se originan las emociones y se procesa experiencias presentes y pasadas como agradable y desagradable.
  3. El cerebro cognitivo-ejecutivo nos hace humanos con todas las capacidades que ostentamos en la actualidad. Este desarrollo pareciera ser el más alto en el Homo sapiens, desde hace —por lo menos— 150,000 años, aunque su génesis es, probablemente, muy anterior (tal vez estuvo bien desarrollada en antecesores de hombres modernos: neandertales y denisovans, quienes divergieron hace más de 600,000 años). Esta es la  parte del cerebro responsable del pensamiento avanzado, el razonamiento, el lenguaje y la capacidad hacer predicciones complejas sobre el futuro.3

Generalmente, es aceptada la existencia de los factores hereditarios que intervienen en muchas conductas complejas, incluyendo capacidades cognitivas, de temperamento y… en las psicopatologías.

La depresión4 afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, y diversos estudios ponen en evidencia la influencia de factores hereditarios en el riesgo de desarrollar depresión mayor. Pero es sólo recientemente que hemos sido capaces de identificar variantes genéticas específicas asociadas a este componente genético. A la fecha, se ha detectado la existencia de 17 variaciones de un solo nucleótido (SNP o modificaciones de una sola letra genética) en 15 regiones genómicas asociadas al riesgo de la depresión. Por otra parte, no parece haber un gen específico con alguna variante que sea capaz, por sí sola, de causar depresión. Asimismo, un estudio de la Universidad de California identificó que la soledad5 tiene una base genética de entre 37 y 55%, y los genes que pueden estar relacionados corresponden a neurotransmisores, como dopamina, serotonina y oxitocina.

Por otro ejemplo muy interesante, sabemos que, generalmente, se acepta que desórdenes alimenticios, como la anorexia nerviosa y la bulimia,5 son el resultado de ideales de belleza fabricados por los medios de comunicación y la industria de la moda, por lo que su origen es, primordialmente, psicosocial; sin embargo, recientemente se ha encontrado que, como otros desórdenes psiquiátricos, estas condiciones tienen también un componente genético, con una heredabilidad de entre 50 y 70%, en las sociedades analizadas del mundo desarrollado. Un estudio coordinado por la Universidad de Iowa encontró que personas con mutaciones en dos diferentes genes (ESRRA y HDAC4) presentaron alrededor de 85% de riesgo de desarrollar un desorden alimenticio.

El desarrollo de conductas agresivas está influido por efectos del ambiente compartido, consumo de drogas y alcohol; además, diversas investigaciones demuestran que existe un factor genético relacionado. Un estudio realizado con casi 900 delincuentes en Finlandia reveló que hay dos genes (MAOA y CDH13) asociados al comportamiento violento. MAOA codifica la enzima monoaminaoxidasa A, importante para el control de la cantidad de dopamina y serotonina en el cerebro; CDH13 ha sido asociado con abuso de drogas y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (ADHD).
     En el estudio se reportó que los individuos con estos genes tienen 13 veces más probabilidades de repetir el comportamiento violento. En Finlandia, al menos 10% de los crímenes violentos podrían ser atribuidos a individuos con este genotipo. Asimismo, se predice que algunos genes más podrían estar involucrados en el comportamiento violento; pero, el mecanismo por el cual actúan aún no se conoce. Conviene reiterar que los factores ambientales también desempeñan un papel fundamental; incluso, si un individuo tiene una combinación de alto riesgo a partir de estos genes, la gran mayoría nunca cometerá un crimen en toda su vida.

Hoy día, el consumo del alcohol es un problema de salud en el ámbito mundial y genera alrededor de 3.3 millones de muertes por año. Se ha demostrado que esta condición tiene un componente genético; así, científicos de la Universidad de Washington identificaron genes asociados con el alcoholismo en algunas familias; los cuales se encuentran en el cromosoma 15 (GABRG3), cuyo gen acentúa los efectos del consumo de alcohol, tales como sedación, pérdida de ansiedad y problemas con la coordinación motora. 
     Como muchos otros aspectos del comportamiento humano, la inteligencia es un rasgo complejo que está influenciado por factores genéticos y ambientales. Por otro lado, ciertos genes que podrían desempeñar un papel importante en la inteligencia han sido identificados: en un estudio de asociación de genoma completo, aplicado a más de 100,000 personas, tres variantes genéticas comunes, relacionadas con la habilidad cognitiva, han sido identificadas, pero no se encontró que un solo gen pueda ser denominado “el gen de la inteligencia”, porque la habilidad cognitiva se puede ver condicionada por miles de genes, cada uno con un pequeño efecto.

Existe un nivel de regulación de la expresión genética muy importante para entender patrones de funcionamiento biológico en plazos largos, al cual conocemos como epigenética; literalmente: más allá de los genes. Las marcas epigenéticas son etiquetas químicas que pueden ponerse o quitarse al ADN, durante el curso del desarrollo o la vida de un individuo. Algunas de ellas encienden los genes, mientras que otras los desactivan, y los mecanismos con los que funcionan permiten el control de la expresión de los genes de manera duradera.
     Las marcas epigenéticas son muy importantes para muchos procesos biológicos, entre los que destacan la diferenciación celular (la cual permite que un grupo de células sea, establemente, de músculo, de hígado, etc.), y el proceso mismo del desarrollo, pero también son importantes en el desarrollo de programas genéticos durante la vida de los individuos.
     Por ejemplo, las etiquetas epigenéticas, en algunos tejidos (adiposo, neuronal, etc.), son altamente sensibles a diversos factores, como la dieta, el estrés o la exposición a toxinas del medioambiente.
     Diversos estudios apuntan hacia el epigenoma como un factor importante en conductas adictivas o sociales.
     Por otro lado, estudios hechos en ratones encontraron que el uso de cocaína puede afectar la actividad genética en ciertas partes del cerebro, cambiando los patrones de acetilación y metilación en cientos de genes del centro de recompensas del cerebro, cuyos cambios causan que los genes sean más activos cuando son expuestos nuevamente al efecto de la cocaína; tales cambios epigenéticos se han observado cuando los ratones consumen alcohol, nicotina, cocaína, anfetaminas y opiáceos.
     Finalmente, un estudio que llama mucho a la reflexión, demostró que el cuidado materno puede modificar el patrón epigenético en sus crías, de tal manera que afecta el comportamiento social de éstas. La enorme complejidad de los factores que afectan la conducta humana no forzosamente exige una actitud reflexiva y crítica ante los datos y evidencias que aquí esbozamos, pero es indispensable tomarlos en cuenta si queremos avanzar en la comprensión de nosotros mismos.

  • Cui, H. et al. (2013). “Eating Disorder Predisposition Is Associated with ESRRA and HDAC4 Mutations. Journal of Clinical Investigation
  • Gao, J. et al. (2016). “Genome-Asociation Study of Loneliness Demostrates a Role for Common Variation”. Neuropsychopharmacology, septiembre 15.
  • Hyde, C. L.. et al. (2016). “Identification of 15 Genetic Loci Associated with Risk of Major Depression in Individuals of European Descent”. Nature Genetics
  • Labonte, B. et al. (2012). “Differential Glucocorticoid Receptor Exon 1B, 1C and 1H Expresion and Methylation in Suicide Completers with a History of Childhood Abuse”. Biological Psychiatry.
  • Rietveld, C. A. et al. (2014). “Common Genetics Variants Associated with Cognitive Performance Identified Using the Proxy-Phenotype Method”. PNAS USA, septiembre 8.
  • Vassoler, F. M. and G. Sadri-Vakili (2014). “Mechanisms of Transgenerational Inheritance of Addictive-Like Behaviours”. Neuroscience, abril 4.
Guadalupe Ramírez Villatoro

Labora en el Instituto Nacional de Medicina Genómica.

Xavier Soberón Mainero

Está adscrito al Instituto Nacional de Medicina Genómica y al Instituto de Biotecnología – UNAM.

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