Los petroglifos de Tlapacoyan, Veracruz


Los petroglifos de Tlapacoyan, Veracruz
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A las rocas con glifos tallados se les denomina petroglifos. Son mensajes de carácter social de una época, su función es transmitir información, al modo que hacemos hoy en día con la escritura. Para su estudio se requiere observar y registrar, describir, comparar y estudiar contextos a detalle, con el fin de tener una idea del sentido social de las imágenes en sus contextos originales.

Piedra Pinta es un ejido de Tlapacoyan, en el Estado de Veracruz (figura 1). Su clima es cálido húmedo con fuertes lluvias en verano, rasgo regional característico. Cerca de ahí se ubican las zonas arqueológicas de Filobobos y Vega de la Peña, destacando Piedra Pinta por tener alrededor de 500 petroglifos.

 

Los petroglifos de Piedra Pinta se hicieron en rocas de basalto. La mayoría son trazos unilineales con remates de espiral (figura 2). Otros consisten en oquedades asociadas a series de líneas a modo de escaleras, expresión usual de los templos miniatura (figura 3), así como tlachtlis y patollis. En unos casos, hay relación con corrientes de agua cercanas (figura 4).

 

Los colapsos culturales en Mesoamérica inician con Teotihuacan, después del 500 d.C., y derivan de eventos climáticos.1 En el área maya, hay relación entre el abandono de sitios y sequías ocurridas entre el 800 y 1,000 d.C., los más secos de los últimos 7,000 años.2

En la región, este impacto climático está documentado. Wilkerson, al referirse a El Pital, ubicado 35 km río abajo, sugiere la existencia de una mega inundación que permitió el desarrollo de este lugar como centro regional.3 Los materiales cerámicos de Potrero Nuevo,4 al igual que la extensión de El Pital, de más de 100 ha y mismo número de montículos, refuerzan esta hipótesis.

Los cambios climáticos afectaron a la ideología regional de la época. Esto se puede observar en el mural de Las Higueras,5 en el cual se observa un personaje sumergido en el agua rodeado de tiburones. Este sujeto es Tajín, el “Dios del Rayo” (figura 5), quien es arrojado al mar, donde está dormido y se teme su despertar porque puede destruir el mundo.6

 

El Patolli   

El patolli, identificado entre los petroglifos de Piedra Pinta (Figura 6), es un juego mesoamericano utilizado aún en diversas regiones de Veracruz, especialmente en Zongolica (zona serrana del centro sur).7  Su práctica era realizada por nobles en el siglo XVI, y permitía apostar (figura 7). Su uso, como el del tlachtli, decae por prohibición, al estar impregnados de supersticiones idolátricas.8 

El juego de patolli consiste de dos barras rectangulares alargadas formando una cruz, divididas longitudinalmente, en las cuales se distribuye una cantidad regular de casillas. Su uso, aunque mundano, se vincula con los períodos Toxiuh Molpilia, por ser 52 el número de casillas en algunos patollis (figura 8).

Los Toxiuh Molpilia eran vitales en Mesoamérica, ya que aseguraban la existencia en el mundo. Al atarse los años se conjugaban ciclos de tonalpohuallis y xiuhpohuallis. Con ello, se daba el parto cósmico de Chicomecóatl (las pléyades o cúmulo estelar) dando a luz al maíz (Venus), a la medianoche. La celebración se valía del culto a Chicomecóatl y a Centéotl, el maíz, su hijo, parido en un ritual (figura 9), donde se agradecía a las cosechas y lo obtenido en cada atadura anterior.9 IMG[multimedia/IMG_1572278649-10_Figura9.png,w=0,a=0,p=0,c=0,o=0

El antiguo uso del patolli, por lo tanto, fue distinto al de sólo apostar: auguraba las cosechas en años venideros a las ataduras de años. Su cercanía a corrientes de agua tiene una intención de sacralizar espacios, teniendo referencia a eventos climáticos ya mencionados.

El tlachtli   

Entre los petroglifos de Piedra Pinta hay representaciones de tlachtli (figura 10). Sus connotaciones son idolátricas (Figura 11), aunque de modo similar al patolli, su práctica se separó de su ideología religiosa con el tiempo. El tlachtli tuvo un sentido religioso en el Clásico Tardío o Epiclásico, requiriendo una parafernalia ritual y elementos específicos como yugos, hachas y palmas (figura 12). Su práctica requería la decapitación en honor a Chicomecóatl, o “siete serpientes”, concepto encarnado en una entidad masculina de esta época. 

Existe una relación entre el tlachtli y los Toxiuh Molpilia. Antes de ocurrir el parto de Centéotl, era necesario propiciar su gestación y, para ello, se decapitaba a jugadores de pelota. Hay asociación, a su vez, del patolli y el tlachtli con la decapitación (figura 13) dentro de la parafernalia ritual de estas actividades “lúdicas”.

En el Códice Borbónico (figura 13) hay personajes bajo una manta, denotando la cópula y procreación (fertilidad). El tlachtli y el personaje decapitado se mantienen en el mismo contexto semántico. La sangre del sujeto, por su parte, permitía la liberación de fuerzas frías en la naturaleza en forma de lluvia.

 

Hay representaciones de templos miniatura entre los petroglifos de Piedra Pinta (figura 14). La evidencia más antigua de ellos se remonta al Clásico Tardío o Epiclásico, en San Mateo Nopala, Estado de México.10 Ahí, estos petroglifos se relacionan con imágenes arcaicas de dioses de los mantenimientos: Tláloc y Chicomecóatl, además de la fecha 1 Conejo, marcador de inicio de Toxiuh Molpilia.

La ritualidad de los patollis, tlachtlis y templos miniatura debió mantenerse en el tiempo, antes de ser actividades lúdicas. En el caso de los Toxiuh Molpilia el cambio es de género, el culto de Chicomecóatl pasa de la decapitación masculina a la degollación femenina.

Las dimensiones de los petroglifos son relevantes: muchos no llegan a media braza. En estos espacios actuarían intermediarios de las deidades, ayudantes y proveedores de lluvias que en las tradiciones mitológicas se describen como personajes pequeños o “duendes”. La talla de petroglifos en Piedra Pinta tuvo intención de apoyarse en ellos para abastecerse de lluvias. Esta conclusión considera observaciones directas en Castillo de Teayo, donde grupos ñahñuh hacen peregrinaciones anuales al cerro La Chinola, para dar comida y ropa a los “niños” que habitan ahí, a quienes, además, piden lluvias (figura 15).

 

Conclusiones   

Los petroglifos de Piedra Pinta aluden a cambios ocurridos entre sociedades del norte de Veracruz durante el Clásico Tardío o Epiclásico. El impacto climático intensificó las prácticas rituales de petición de lluvias, motivo de origen de los petroglifos de patollis, tlachtlis y templos miniatura en Piedra Pinta. El contexto de estas representaciones está ligado con corrientes de agua.

Las acciones rituales asociadas con los petroglifos de Piedra Pinta se mantienen en concordancia con las celebraciones de Toxiuh Molpilia, eventos en los que ocurre el parto celestial del maíz, lo cual permite la existencia humana 52 años más, a partir de un fenómeno astronómico.

Estos petroglifos son resultado de los impactos medioambientales del Clásico Tardío o Epiclásico, como forma de contestación ante el constante riesgo y peligro del devenir del final de la humanidad. Esto, en caso de que las pléyades vieran interrumpidas el parto celestial de Venus, pero también ante la constante amenaza del despertar de Tajín, quien ocasionó grandes desastres.

Debido a que los númenes de los mantenimientos no hicieron caso de los cultos, la estrategia fue acercarse a sus ayudantes. De ahí la razón de la talla de petroglifos en Piedra Pinta, donde estas entidades iban a interactuar. Sus acciones tendrían un efecto similar al de los cultos humanos: motivar a los númenes para regresar las lluvias y estabilidad en los cultivos de las sociedades indígenas de la época.

 

Este trabajo es parte de una tesis doctoral, lograda gracias a una beca Conacyt para el Doctorado en Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Emmanuel Márquez Lorenzo

Es doctor en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Autor del libro El Dominio Mexica de Tetzapotitlan. El ejercicio del Poder y sus Repercusiones Ideológicas. Profesor Investigador de tiempo completo adscrito a la Licenciatura en Antropología del Departamento de Cultura, Justicia y Sociedad del Centro Universitario del Norte, Universidad de Guadalajara. Miembro del Cuerpo Académico UDG-CA-744 Actores y Procesos Sociales e Institucionales. Correo e.: emmanuel.marquez@cunorte.udg.mx

 

 

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