Para ilustrar mejor la relación entre código y algoritmo, proponemos el ejemplo de un carpintero que, después de haber terminado un trabajo a domicilio, debe recoger y guardar su herramienta, la cual podemos clasificar en tres grandes grupos:
- Herramienta eléctrica: cortadora, lijadora y taladro.
- Herramienta manual: martillos, desarmadores, reglas y escuadras, serruchos, cepillo, lápices, gubias y lija.
- Refacciones: clavos, tornillos, tuercas, arandelas, pegamento y bisagras.
Además, el carpintero cuenta con cuatro cajones rectangulares cuyas dimensiones, largo y ancho, son iguales, excepto la profundidad: va de mayor a menor. El cajón menos profundo tiene un seguro en la parte inferior de una de las dos caras más angostas y una tapa en la parte opuesta a la base. El más profundo tiene un broche similar en la misma cara, pero en la parte superior. Los otros dos cuentan con un par de broches, correspondientemente, localizados uno en la parte inferior y otro en la parte superior de la mencionada cara.
Como toda la herramienta se encuentra dispersa en el suelo, el carpintero debe, primero, seleccionarla; segundo, colocarla en su respectivo cajón; tercero, ordenar los cajones; y cuarto, apilar y sujetar con una correa elástica los cajones en una carretilla para carga universal o “diablito”. Desde el paso inicial, ya están en juego un código y un algoritmo. Veamos esto.
La selección de herramientas, como primera fase algorítmica, debe considerar el tipo de objeto. Es decir, podríamos pensar que las herramientas eléctricas formarían un conjunto, precisamente, el de “herramienta eléctrica”. En este sentido, el significante (o concepto) /herramienta eléctrica/ estaría asociado con la forma y las reglas de uso específicos (código) de cada uno de los objetos de ese conjunto. Estamos, así, estableciendo una correspondencia entre el plano de la expresión y el plano del contenido. Lo mismo sucedería con el resto de los otros conjuntos. Nosotros hemos simplificado esta fase mediante la clasificación sugerida líneas arriba.
La segunda fase se refiere a la de guardar cada conjunto de herramientas en su respectivo cajón; suponemos que las más voluminosas ocuparán el cajón más profundo, es decir, las herramientas eléctricas. Varias de las herramientas manuales estarían destinadas al tercero: martillos, el cepillo y los serruchos. Las restantes (reglas, escuadras, desarmadores y gubias) ocuparían el segundo. Las refacciones, junto con el pegamento y la lija, el primero. En cuanto a los cajones segundo y tercero, como en el resto, el criterio de selección también lo determinaron la forma y el uso. Cada objeto, pues, se convierte en un signo ligado estrechamente a reglas (código).
La descripción que hemos dado de los cuatro cajones sugiere ya un orden implícito: el más profundo será la base de los otros; el más delgado irá en la parte superior, pues sabemos que, además, tiene una tapa; los otros dos, de acuerdo a con su profundidad, serán, de arriba hacia abajo, el segundo y el tercero. La presencia y colocación de los broches en los cajones adicionan información significativa al orden expuesto. El primero tiene solamente uno en la parte inferior: no necesita otro en la parte superior, puesto que no habrá nada sobre él. Los intermedios tienen dos, ya que llevarán un cajón arriba y abajo. El cuarto, el más profundo, tiene uno en la parte superior solamente. Esto es porque no habrá otro cajón debajo de él, pero sí uno encima. Notemos cómo todos los detalles indicados nos marcan un código y, en consecuencia, una restricción en el orden de las acciones, esto es, un algoritmo.