¿Cuánta agua necesita mi jardín?


¿Cuánta agua necesita mi jardín?
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Seguramente, alguna vez, la abuela les pidió (como a mí) regar el jardín; y a más de uno se nos habrá ocurrido la osadía de preguntarle “¿Cuánta agua le echo?” La respuesta clásica es: “¡Pues que quede la tierra mojada, chamaco, y no hagas charco!”.
          Afortunadamente, para las generaciones de hoy ya existen métodos científicos útiles para el cálculo requerido para determinar la cantidad de agua requerida en el jardín. Existen diferentes indicadores para calcular la cantidad necesaria para garantizar el abasto suficiente, evitando el desperdicio. La evapotranspiración (EVT) es la cantidad de agua que requiere una planta, y ésta depende de factores como: clima, especie, cantidad de plantas, tipo de suelo y área por cubrir, entre otros.
          La evapotranspiración alude a la evaporación de agua proveniente del suelo más la evaporación de la planta mediante su transpiración; en otras palabras: es la cantidad de agua requerida por las plantas para reponer la que se pierde en el proceso mencionado; la cual es medible en milímetros, como la lluvia.
          El siguiente misterio es ¿cómo medir la lluvia en milímetros lineales? Podemos medir la cantidad de lluvia a partir de la profundidad del agua acumulada en un área determinada o, como quien dice, la altura del charco que se forma.
          Si en un metro cuadrado de piso se vierte un milímetro de alto de agua, la cantidad acumulada es 1m2 x .001m = .001m3 o un litro (1m3 es igual a 1,000 litros).
           La fórmula para calcular la evapotranspiración es un poco complicada; pues, contiene factores difíciles de medir en el campo, como: radiación solar, flujo de calor del suelo, presión de vapor, temperatura y velocidad del aire, entre otros. Pero, para facilidad de nosotros los mortales, existen diversos estudios de campo en los que dichos factores han sido calculados. En México, tales estudios son más comunes en las zonas agrícolas, donde por obvias razones, son de mayor interés.
          Bien dice la gente “en México tenemos de todo”, y la variedad de los climas no es la excepción. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua, en los estados del Norte, como Baja California y Sonora, hay de 200 a 400 mm de lluvia, mientras que, en estados del Sur, como Tabasco y Chiapas, hay alrededor de 2000 mm —¡hasta 10 veces más!—, pues el promedio nacional es cercano a 750 mm anuales. Aquí se puede ver que la EVT en zonas áridas y cálidas es mayor, mientras que, en áreas húmedas y frías es menor. En palabras iguales, pero al revés, este dato también es muy útil para determinar qué tan árida es una región.

La evapotranspiración depende del clima, el tipo de planta, su ubicación en el jardín y cuántas plantas hay, entre otros factores; pero, para facilitar la vida, se consideran sólo los principales y después hay que hacer un ajuste; así, la fórmula principal para calcular el agua está dada por:

Agua por planta por día = Tipo de planta X cantidad de plantas

                                X evapotranspiración (máxima) de la ciudad en un día

          Es de imaginarse que, dependiendo del tipo y la cantidad de las plantas (esto último indica la densidad), se determina el volumen de agua requerida, por lo que estos elementos forman el Factor de especie. Un tercer factor es el microclima —el rinconcito donde está el jardín—: ejemplo, si éste es más sombreado o recibe más radiación solar, y por cuántas horas... De entrada, digamos que no afecta y esto último se toma como factor = 1.
          Los datos de evapotranspiración a nuestro alcance son promedio anual, pero requerimos el dato de un día; entonces, para los meses secos y soleados conviene considerar 3.5 mm al día.
          Para simplificar y como referencia, digamos que se diseña una tabla con la cantidad de agua diaria en mm de agua o litros/m2 y, en relación con el tipo de plantas, consideramos una densidad media alta (factor 1) y la EVT media de 3.5mm (cuadro 1).

El jardín sembrado de pasto mide 3 x 5 metros, en donde hay un árbol chico, cuatro arbustos y cinco rosales medianos.
          El cálculo requiere contar con una lista de las plantas del jardín y, según el tipo de planta, anotamos la cantidad de agua requerida por ésta. El cuadro 1 considera el volumen de agua requerida para el riego de plantas chicas y grandes; si la planta es mediana, tomamos un valor ubicado en algún punto entre los factores “chico” y “grande”, estimándolo según el tamaño de la planta; a continuación, se multiplica la cantidad de plantas por el agua requerida por cada una y se suman los resultados. Mediante este cálculo, concluimos que el jardín requiere 58 litros de agua diariamente (cuadro 2).
         La densidad debe calcularse a partir de la separación entre las plantas. Se multiplican los factores por tipo de planta y se suman los resultados. Haciendo los cálculos, el jardín requiere 58 litros de agua diarios (cuadro 2).


          ¡Excelente!, ya sabemos que el jardín requiere 58 litros, pero la abuela sólo nos dio la manguera ¿Cómo regar exactamente 58 litros? Bueno, lo primero es medir cuánta agua por minuto sale de la manguera, para lo cual se recomienda llenar una cubeta de 20 litros y tomar el tiempo. Si tardó un minuto y medio en llenarse, significa que de la manguera salen 20 litros / 1.5 minutos = 13.3 litros por minuto. Ahora bien, si el jardín requiere 58.1 litros y de la manguera salen 13.3 litros por minuto —hacemos el cálculo: 58.1/13.3 = 4.4—, resultado: deberíamos regar durante unos cuatro minutos y medio.

Obviamente, no es lo mismo regar en verano que en invierno, pero debemos aclararlo: la pérdida mediante evaporación es mayor en verano; pero, para este caso, el cálculo se hizo partiendo de la media anual, por ello groso modo es válido en primavera y otoño; sin embargo, en climas estables, como la región costera o Cuernavaca, donde siempre es primavera, es válido durante todo el año.
          Durante los veranos muy cálidos, cuando —como dice la abuela— “está buena la calor”, de acuerdo con los datos de EVT es posible agregar hasta 20% más del agua calculada, partiendo de la estimación explicada anteriormente.
          En climas extremos, como es el caso del norte de México, en invierno se debe reducir hasta la mitad el cálculo realizado y, en verano, puede aumentar hasta el doble. En cualquier caso, se recomienda regar en la mañana o en la tarde-noche para evitar la evaporación del mediodía.
          Como resulta un tanto obvio, en época de aguaceros no es necesario regar, pues la lluvia suele ser suficiente para un jardín casero. No seamos como la vecina que salía corriendo a regar antes de comenzar la lluvia para no enlodarse los pies.
          Ojo: en México es común (al menos en algunas zonas) la distribución de agua mediante tandeos (o turnos) por colonia, pero la presión es diferente durante el día y, en consecuencia, conviene hacer la prueba de la cubeta a la hora que se piensa regar.  
          Conviene considerar otros factores a partir de las tablas y gráficas: si el jardín recibe más sol o sombra, poco o mucho viento (microclima)…, son situaciones que pueden requerir, en caso extremo, la modificación de hasta 30%, ya sea para agregar o disminuir agua. Por otro lado, si el suelo es arenoso, el agua se absorbe rápidamente, entonces conviene agregar hasta 25%.

Los sistemas de irrigación automatizada están basados en los mismos tres pasos: cuánta agua se requiere, cuánta hay disponible en la tubería y cuánto tiempo toma el riego. El sistema más sencillo consta de un aparato enroscado entre la llave de agua y la manguera, el cual cuenta con una válvula programable; de este modo, diariamente se abre a una determinada hora por un número específico de minutos (algo muy útil para quienes nos olvidamos de las instrucciones de la abuela sobre el cuidado del jardín).
          Para casas grandes con jardín adelante, atrás y a un lado, hay controles de cuatro a seis zonas con válvulas eléctricas instaladas en la misma tubería. El control va encendiendo cada zona durante el tiempo requerido; de modo que se debe colocar mini-aspersores de agua más o menos cada metro lineal para cubrir cada área.
          El proceso es similar si hablamos de áreas públicas en la ciudad, como camellones y áreas verdes de parques, donde hay más zonas (y controles más grandes), además de aspersores con mayor alcance y separación de unos cinco metros entre sí.
          La última tecnología está basada en tuberías enterradas apenas por debajo del suelo, con orificios para la salida del agua, los cuales son recubiertos de cobre para evitar que las raíces los tapen. Estos sistemas están hechos a prueba de pérdidas que puedan deberse a evaporación y brisa llevada por el aire; también evitan el robo de partes visibles. De hecho, actualmente, son lo óptimo en uso inteligente del agua.


          En las grandes áreas verdes, como los campos de futbol, suelen dividir las diferentes zonas, pues regar todo al mismo tiempo requeriría demasiada agua en la tubería, por ello fraccionan los terrenos en 6 o 10 zonas —dependiendo de la superficie— y utilizan aspersores tipo rotor, pues éstos lanzan agua mediante un chorro de hasta 25 metros a lo largo y su mecanismo hace girar el chorro alrededor de esta área; pero no es un chorro normal, pues está diseñado para que el agua regada sobre el pasto sea uniforme.
          La crema y nata son los sistemas de riego para los campos de golf, pues conjuntan la mayor variedad de retos en lo referente al riego. Todas las áreas verdes deben estar en excelentes condiciones, a la altura de los clientes; desde jardineras exóticas en la entrada, hasta extensas áreas con pasto especial, pasando por mini-bosques que requieren riego directo a la raíz de cada árbol.
          Los controles actuales son sistemas programables desde internet accesibles vía Wi-Fi dentro del campo o, incluso, mediante una app en el teléfono de algún miembro del personal a cargo. Cuentan con sensores diversos para calcular el agua requerida en cada zona; incluso, tienen estaciones meteorológicas completas con detección y predicción de lluvia. Por cierto, el famoso lago en medio del campo, más que adorno es en realidad la reserva de agua para el sistema de irrigación.

Alejandro García Blanco

Es doctor en Mecatrónica por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, maestro en Ciencias de la Computación por el Instituto Tecnológico de Nogales e Ingeniero en Electrónica y Comunicaciones por el ITESM – Campus Monterrey. Cuenta con 20 años de experiencia en diseño y manufactura de diversos productos para la industria del consumidor. Actualmente, es Ingeniero Sr para Rain Bird, compañía dedicada a sistemas de irrigación residencial y comercial.

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